Este blog estará dedicado a recoger párrafos de autores insignes que con la antorcha de la sabiduría han iluminado la vida de los mortales. El único fin que se persigue es el de incentivar la lectura y elogiar obras y autores sin ánimo de plagio. En el supuesto que algún autor o editor lo considere improcedente, se procederá de inmediato a la eliminación del contenido.
sábado, 23 de agosto de 2025
viernes, 24 de noviembre de 2023
"TRATADO DE LA NATURALEZA HUMANA" (David Hume 1711-1776)
SECCIÓN I
DEL ORIGEN DE NUESTRAS IDEAS
"Todas las percepciones de la mente humana se reducen a dos clases distintas, que denominaré IMPRESIONES e IDEAS. La diferencia entre ambas consiste en los grados de fuerza y vivacidad con que inciden sobre la mente y se abren camino en nuestro pensamiento o conciencia. A las percepciones que entran con mayor fuerza y violencia las podemos denominar impresiones; e incluyo bajo este nombre todas nuestras sensaciones, pasiones y emociones tal como hacen su primera aparición en el alma. Por ideas entiendo las imágenes débiles de las impresiones, cuando pensamos y razonamos; de esta clase son todas las percepciones suscitadas por el presente discurso, por ejemplo, con la sola excepción del placer o disgusto inmediatos que este discurso pueda ocasionar. No creo que sea necesario gastar muchas palabras para explicar esta distinción. Cada uno percibirá en seguida por sí mismo la diferencia que hay entre sentir y pensar. Los grados normales de estas percepciones se distinguen con facilidad, aunque no es imposible que en algunos casos particulares puedan aproximarse mucho un tipo a otro. Así, en el sueño, en estado febril, en la locura o en una muy violenta emoción del alma nuestras ideas pueden aproximarse a nuestras impresiones; sucede a veces, por el contrario, que nuestras impresiones son tan tenues y débiles que no podemos diferenciarlas de nuestras ideas. Pero a pesar de esta gran semejanza apreciada en unos pocos casos, las impresiones y las ideas son por lo general de tal modo diferentes que nadie tendría escrúpulos en situarlas bajo grupos distintos, así como en asignar a cada una un nombre peculiar para hacer notar la diferencia.
Hay otra división de nuestras percepciones que será conveniente tener en cuenta, y que se extiende tanto a nuestras impresiones como a nuestras ideas. Se trata de la división en SIMPLES y COMPLEJAS. Las percepciones simples (impresiones o ideas) son tales que no admiten distinción ni separación. Las complejas son lo contrario que éstas, y pueden dividirse en partes. Aunque su color, sabor y olor particulares sean cualidades que estén todas unidas en esta manzana, por ejemplo, es fácil darse cuenta de que no son lo mismo, sino que, por lo menos, son distinguibles unas de otras.
Una vez que hemos dispuesto ordenadamente nuestros objetivos mediante estas divisiones, podemos dedicarnos ahora a considerar con mayor cuidado las cualidades y relaciones de áquellos. La primera circunstancia que salta a mi vista es la gran semejanza entre nuestras impresiones e ideas en todo respecto, con excepción de su grado de fuerza y vivacidad. Las unas parecen ser de algún modo reflejo de las otras, de modo que toda percepción de la mente es doble, y aparece a la vez como impresión e idea. Cuando cierro los ojos y pienso en mi habitación, las ideas que formo son representaciones exactas de las impresiones que he sentido; tampoco existe circunstancia alguna en las unas que no se encuentre en las otras. Repasando todas mis demás percepciones puedo encontrar igualmente la misma semejanza y representación. Las ideas y las impresiones parecen corresponderse siempre entre sí, circunstancia que encuentro notable y que ocupará mi atención por un momento.
Después de realizar un examen más cuidadoso me doy cuenta de que me he dejado llevar demasiado lejos por la primera apariencia, y de que debo hacer uso de la distinción de percepciones en simples y complejas, a fin de limitar esta conclusión general: que todas nuestras ideas e impresiones son semejantes entre sí. Ahora advierto que muchas de nuestras ideas complejas no tuvieron nunca impresiones que les correspondieran, así como que muchas de nuestras impresiones complejas no están nunca exactamente copiadas por ideas. Puedo imaginarme una ciudad tal como Nueva Jerusalén, con pavimentos de oro y muros de rubíes, aunque jamás haya visto tal cosa. Yo he visto París, pero ¿afirmaría que puedo formarme de esa ciudad una idea tal que representara todas su calles y edificios, en sus proporciones justas y reales?
Advierto pues que aunque por lo general existe gran semejanza entre nuestras impresiones e ideas complejas, con todo no es universalmente verdadera la regla de que éstas son copias exactas de aquéllas. Podemos considerar a continuación qué ocurre a este respecto con nuestras percepciones simples. Después del examen más cuidadoso de que soy capaz, me atrevo a afirmar que en este caso la regla se mantiene sin excepción, y que toda idea simple tiene una impresión simple a la cual se asemeja, igual que toda impresión simple tiene una idea que le corresponde. La idea de rojo que nos hacemos en la oscuridad y la impresión que hiere nuestros ojos a la luz del sol difieren tan sólo en grado, no en naturaleza. Es imposible probar por una enumeración particular que ocurre lo mismo con todas nuestras impresiones e ideas simples. Cada uno puede convencerse de esto repasando tantas como quiera. Y si alguien negara esta semejanza universal, no sé de otra manera de convencerle sino pidiéndole que me muestre una impresión simple que no tenga una idea correspondiente, o una idea simple que no tenga una impresión correspondiente. Si no responde a este desafío —y es seguro que no podrá hacerlo— no tendremos dificultad en establecer nuestra conclusión partiendo a la vez de su silencio y de nuestras observaciones.
Así, encontramos que todas las ideas e impresiones simples se asemejan unas a otras, y como las complejas se forman a partir de las simples, podemos afirmar en general que estas dos especies de percepción son exactamente correspondientes. Habiendo descubierto tal relación, que no requiere más examen, siento curiosidad por encontrar algunas otras de sus cualidades. Vamos a estudiar qué ocurre con respecto a su existencia, y qué impresiones e ideas son causas, y cuáles, efectos..."
sábado, 21 de enero de 2023
"Nueva visita a un mundo feliz" (Aldous Leonard Huxley)
PREFACIO
"El alma del saber puede convertirse en el mismísimo cuerpo de la falsedad. Por elegante y memorable que sea, la brevedad jamás puede, según son las cosas, tener en cuenta todos los hechos de una situación compleja. En un tema así, sólo se puede ser breve por omisión y simplificación. La omisión y simplificación nos ayudan a comprender, pero, en muchos casos, nos ayudan a comprender lo erróneo, pues nuestra comprensión puede ser únicamente de las nociones pulcramente formuladas por quien abrevia, no de la vasta y ramificada realidad de la que esas nociones han sido arbritrariamente extraídas.
Pero la vida es breve y la información inacabable: nadie tiene tiempo para todo. En la práctica, nos vemos generalmente obligados a optar entre una exposición indebidamente breve o ninguna exposición. La abreviación es un mal necesario y la misión del abreviador consiste en sacar el máximo provecho de una tarea que, si bien es intrínsecamente mala, vale más que no hacer nada. Tiene que aprender a simplificar, pero no hasta el extremo de la falsificación. Tiene que aprender a concentrarse en lo esencial de una situación, pero sin pasar por alto un número excesivo de las cuestiones accesorias que condicionan la realidad. De este modo podrá decirnos, no, desde luego, toda la verdad (pues toda la verdad, sobre casi cualquier asunto importante es incompatible con lo breve), pero sí mucho más que los peligrosos cuartos de verdad o medias verdades que siempre han sido la moneda en circulación del pensamiento.
El tema de la libertad y sus enemigos es enorme y lo que he escrito es indudablemente demasiado poco para hacerle plena justicia, pero, por lo menos, he abordado muchos de los aspectos del problema. Cabe que cada aspecto haya sido excesivamente simplificado en la exposición, pero estas exageradas simplificaciones sucesivas contribuyen a formar un cuadro que, según lo espero, procura cierta idea de la vastedad y complejidad del original.
Quedan excluidos del cuadro (no porque carezcan de importancia, sino simplemente por conveniencia y porque los he analizado en ocasiones anteriores) los enemigos mecánicos y militares de la libertad, es decir, las armas y los artificios que tanto han fortalecido a los gobernantes del mundo frente a sus gobernados y los cada vez más ruinosamente costosos preparativos para guerras cada más insensatas y suicidas. Los capítulos que siguen deben ser leídos con un telón de fondo de ideas sobre el levantamiento húngaro y su presión, sobre las bombas de hidrógeno, sobre el costo de eso a que cada nación se refiere como "defensa", sobre esas interminables columnas de jóvenes uniformados, blancos, negros, morenos o amarillos, que marchan obedientemente hacia la fosa común."
lunes, 16 de agosto de 2021
LA MENTE HOLOTRÓPICA ( Stanislav Grof )
PARTE III:
EL PARADIGMA TRANSPERSONAL
Lo más hermoso que podemos experimentar es el misterio.
En él reside la fuente de todo arte y de toda ciencia verdadera.
(Albert Einstein)
6. UNA VISIÓN GLOBAL DEL PARADIGMA TRANSPERSONAL
La conciencia no puede ser confinada a ningún concepto egocéntrico del self. Del mismo modo que la física newtoniana es apropiada para construir puentes, la identidad existencial es apropiada para resolver los problemas que supone vivir en el mundo. Sin embargo, la identificación exclusiva con el self existencial como entidad independiente no tiene ningún sentido en aquellos estados de conciencia que trascienden las limitaciones espaciotemporales ordinarias y tampoco sirve para operar en una realidad que sólo puede ser descrita adecuadamente utilizando el lenguaje de la física subatómica.
(Frances Vaughan, El arco interno)
"Si queremos comprender el reino de lo transpersonal debemos concebir la conciencia de una manera completamente nueva. Sólo entonces podremos atisbar más allá de la creencia de que la conciencia es un producto del cerebro humano, que se halla confinada en el interior de la estructura ósea de nuestro cráneo y que, en consecuencia, es el fruto de nuestra vida individual. En la medida en que aceptemos la noción de lo transpersonal podremos empezar a considerar que la conciencia también existe fuera, que es independiente de nosotros y que no se halla intrínsecamente ligada a la materia. Contrariamente a lo que parece mostrarnos la experiencia cotidiana, la conciencia es independiente de nuestros sentidos físicos, aunque se halle, no obstante, mediatizada por ellos en nuestra percepción cotidiana de la vida.
La conciencia transpersonal es infinita y trasciende los límites del tiempo y del espacio. Intentar aprehender las dimensiones del reino transpersonal resulta tan insondable para nuestra mente cotidiana como intentar abarcar la magnitud y la profundidad del cielo estrellado de una noche despejada. Bajo la bóveda cósmica del firmamento estrellado podemos comenzar a reconocer que los límites de ese vasto e ilimitado universo que percibimos ahí afuera no son más que los límites de nuestra propia mente. Y lo mismo que acabamos de decir sobre el espacio exterior de los astrónomos es también aplicable al espacio interno del psiquismo humano. No es fácil renunciar a la creencia profundamente arraigada de que el universo es finito y de que la conciencia de cada uno de nosotros está separada de la de los demás y permanece circunscrita dentro de los límites de su propio cerebro. Tampoco es fácil reconocer que la mente y la conciencia no son un patrimonio exclusivo de la especie humana y que impregnan la totalidad de la naturaleza desde las formas más elementales hasta las más complejas. Por más que lo intentemos somos incapaces de liberarnos de los prejuicios impuestos por la cultura y por lo que suponemos que es el sentido común. No obstante, para sostener estas ilusiones debemos seguir ignorando el amplio cuerpo de observaciones y datos que nos proporciona la moderna investigación sobre la conciencia y otras disciplinas científicas que parecen confirmar la evidencia de que el universo y el psiquismo humano carecen de límites. Cada uno de nosotros está conectado y, al mismo tiempo, es una expresión de la totalidad de la existencia.
La aceptación de la naturaleza transpersonal de la conciencia desafía nociones fundamentales de nuestra sociedad que tiene profundas consecuencias a nivel personal. Para aceptar esta nueva perspectiva sobre la conciencia debemos reconocer que nuestra vida no está determinada exclusivamente por los estímulos ambientales inmediatos que hemos recibido desde el momento del nacimiento sino que también se halla modelada por influencias ancestrales, culturales, espirituales y cósmicas que trascienden, con mucho, el horizonte que nos ofrecen los sentidos físicos."
lunes, 7 de junio de 2021
Yo estoy bien, tú estás bien (Dr. Thomas A. Harris)
Las cuatro actitudes vitales
"A edad muy temprana, todo niño llega a esta conclusión: "Estoy mal". Y esta otra conclusión acerca de sus padres: "Vosotros estáis bien". Esto es lo primero que advierte en su esfuerzo –que ha de durar toda la vida– por comprenderse a sí mismo y comprender el mundo donde vive. Esta actitud –YO ESTOY MAL, TÚ ESTÁS BIEN– es la decisión más determinante de su vida. Permanece grabada de manera indeleble e influirá en todo cuanto haga. Por el hecho de ser una decisión podrá ser cambiada por una nueva decisión. Pero no sin que antes haya sido comprendida.
En apoyo de estas afirmaciones me propongo dedicar la primera parte de este capítulo a un examen de las situaciones del recién nacido, del niño pequeño y del niño ya mayorcito, tanto en los años preverbales como en los verbales. Muchas personas insisten en afirmar que tuvieron "una infancia dichosa" y en que jamás llegaron a la conclusión: yo estoy mal - tú estás bien. Por mi parte, estoy convencido de que todo niño llega a ella, aunque su infancia sea dichosa. En primer lugar, quiero examinar la situación de su llegada a la vida y señalar la evidencia de que los acontecimientos de su nacimiento y de sus primeros tiempos de vida se graban en su mente, aunque no los recuerde.
A este propósito debemos recordar que Penfield llegó a la conclusión de que el cerebro realiza tres funciones: 1) grabación, 2) recuerdo y 3) nueva vivencia. No podemos recordar el primer período de nuestra vida, pero es evidente que podemos volver a vivir –y que lo hacemos– las primeras experiencias, volviendo al "estado de sentimiento" del niño recién nacido. Dado que el niño recién nacido no usa palabras, sus reacciones se limitan a sensaciones, sentimientos y, tal vez, vagas y arcaicas fantasías. El recién nacido expresa sus sentimientos llorando o por medio de distintos movimientos corporales que revelan inquietud o malestar. Sus sensaciones y fantasías, aunque son inefables porque en el tiempo en que fueron grabadas el niño gozaba del uso de la palabra, se reproducen ocasionalmente en sueño, en la vida posterior.
(...)
Piaget, basándose en minuciosas observaciones de niños de pecho y niños un poco mayores, cree que el desarrollo de la causalidad (qué se sigue de qué) se inicia en los primeros meses de vida, y está ya adquirido a fines del segundo año. Dicho de otro modo, los datos, en forma de batiburrillo de impresiones, empiezan a acumularse en ciertas formas secuenciales, hasta el punto de hacerse posible una posición preverbal o conclusión. Piaget dice: "En el curso de los dos primeros años de infancia la evolución de la inteligencia sensorimotriz, e igualmente la elaboración correlativa del universo, parecen conducir a un estado de equilibrio lindante con pensamiento racional." Por mi parte, creo que ese estado de equilibrio, evidente al fin del segundo año o durante el tercer año, es el producto de la conclusión del niño acerca de sí mismo y de los demás: su posición vital. Una vez decidida su posición, ya tiene algo sólido con lo cual trabajar, una base para poder prever cosas. Piaget dice que esos primero procesos mentales no son capaces de "conocer o formular verdades", sino que se limitan a desear el éxito o la adaptación práctica: Si yo no estoy bien, y tú estás bien, ¿ qué puedo hacer yo para que tú, que eres una persona que estás bien, seas bueno conmigo, que soy una persona que está mal? La posición puede parecer desfavorable, pero para el niño es una impresión cierta, y es mejor que nada. De ahí el estado de equilibrio. El Adulto que hay en el niño ha alcanzado su primer triunfo al "dar sentido a la vida", al resolver lo que Adler llamaba "el problema central de la vida" –la actitud hacia los demás– y lo que Sullivan designaba como "las actitudes del yo que el individuo llevará siempre consigo".
Una de las formulaciones más claras acerca del desarrollo de posiciones el la expuesta por Kubie:
Sólo se puede formular una deducción segura: a saber, que al principio de la vida, a veces dentro de los primeros meses y otras veces más tarde, a menudo se establece una posición emocional central... El hecho clínico que ya es evidente es que una vez establecida la posición emocional central al principio de la vida, se convierte en la posición afectiva a la cual el individuo tenderá a volver automáticamente por el resto de sus días. Esto, a su vez, puede constituir la mayor salvaguarda o la mayor vulnerabilidad de su vida. De hecho, el establecimiento de una posición emocional central puede ser uno de los primeros universales en la evolución del proceso neurótico humano, puesto que puede iniciarse hasta en los días preverbales y en gran parte presimbólicos de la infancia... Siempre que la posición emocional central sea penosa... el individuo puede pasarse toda la vida defendiéndose contra ella, recurriendo una y otra vez a trucos conscientes, preconscientes e inconscientes cuya finalidad estriba en rehuir esa posición central dolorosa.
Kubie plantea después la cuestión de si esas posiciones son o no alterables en años posteriores de la existencia del individuo. Yo creo que lo son. A pesar de que las primeras experiencias que culminaron en la posición no se pueden borrar, creo que las primeras posiciones pueden cambiarse. Lo que fue decidido una vez puede dejar de decidirse.
El análisis conciliatorio elabora la siguiente clasificación de las cuatro posiciones vitales posibles adoptadas respecto de uno mismo y de los demás:
1. Yo estoy mal — tú estás bien.
2. Yo estoy mal — tú estás mal.
3. Yo estoy bien — tú estás mal.
4. Yo estoy bien — tú estás bien.
Antes de examinar cada una de estas posiciones deseo formular unas cuantas observaciones generales acerca de las posiciones. Yo creo que al final del segundo año de vida o durante el tercer año, el niño se ha decidido ya por una de las tres primeras posiciones. Lo fórmula Yo estoy mal — tú estás bien es la primera decisión provisional basada en las experiencias del primer año de vida. Hacia fines del segundo año esta posición se confirma y se estabiliza o cede el lugar a la posición 2 o 3: Yo estoy mal — tú estás mal o Yo estoy bien — tú estás mal. Una vez ha llegado aquí, el niño se mantiene en la posición elegida, y ésta gobierna todo lo que hace. Permanece con él durante el resto de su vida, a menos que, más tarde, pase de manera consciente a la cuarta posición. Las personas no van y vienen. En cuanto a las tres primeras posiciones, la decisión se basa totalmente en las "caricias" o la ausencia de éstas. Las tres primeras decisiones son no-verbales. Son conclusiones, no explicaciones. Pero son algo más que respuestas condicionadas. Son lo que Piaget llama elaboraciones intelectuales en la construcción de la causalidad. Dicho de otro modo, son un producto de la ordenación de datos por parte del Adulto que hay en el niño pequeño."
lunes, 16 de noviembre de 2020
"Confieso que he vivido" (Pablo Neruda)
LA PALABRA
... Todo lo que usted quiera, sí señor, pero son las palabras las que cantan, las que suben y bajan... Me prosterno ante ellas... Las amo, las adhiero, las persigo, las muerdo, las derrito... Amo tanto las palabras... Las inesperadas... Las que glotonamente se esperan, se acechan, hasta que de pronto caen... Vocablos amados... Brillan como piedras de colores, saltan como platinados peces, son espuma, hilo, metal, rocío... Persigo algunas palabras... Son tan hermosas que las quiero poner en todos mis poemas... Las agarro al vuelo, cuando van zumbando, y las atrapo, las limpio, las pelo, me preparo frente al plato, las siento cristalinas, vibrantes, ebúrneas, vegetales, aceitosas, como frutas, como algas, como ágatas, como aceitunas... Y entonces las revuelvo, las agito, me las bebo, me las zampo, las trituro, las emperejilo, las liberto... Las dejo como estalactitas en mi poema, como pedacitos de madera bruñida, como carbón, como restos de naufragio, regalos de la ola... Todo está en la palabra... Una idea entera se cambia porque una palabra se trasladó de sitio, o porque otra se sentó como una reinita adentro de una frase que no la esperaba y que le obedeció... Tienen sombra, trasparencia, peso, plumas, pelos, tienen de todo lo que se les fue agregando de tanto rodar por el río, de tanto transmigrar de patria, de tanto ser raíces... Son antiquísimas y recientísimas... Viven en el féretro escondido y en la flor apenas comenzada... Qué buen idioma el mío, qué buena lengua heredamos de los conquistadores torvos... Éstos andaban a zancadas por las tremendas cordilleras, por las Américas encrespadas, buscando patatas, butifarras, frijolitos, tabaco negro, oro, maíz, huevos fritos, con aquel apetito feroz que nunca más se ha visto en el mundo... Todo se lo tragaban, con religiones, pirámides, tribus, idolatrías iguales a las que ellos traían en sus grandes bolsas... Por donde pasaban quedaba arrasada la tierra... Pero a los bárbaros se les caían de las botas, de las barbas, de los yelmos, de las herraduras, como piedrecitas, las palabras luminosas que se quedaron aquí resplandecientes. Salimos perdiendo... Salimos ganando... Se llevaron el oro y nos dejaron el oro... Se lo llevaron todo y nos dejaron todo... Nos dejaron las palabras.
sábado, 8 de agosto de 2020
jueves, 9 de julio de 2020
Los caracteres morales –Teofrastro – (372–287 a. de J. Cristo.)
DEL OLIGARQUISMO
(Es decir, la tendencia a la oligarquía o gobierno autoritario de unos pocos)
miércoles, 18 de octubre de 2017
Mortal Eterno (Antonio Víctor –1921-2013–)
jueves, 13 de abril de 2017
El tren expreso (Del poeta asturiano Ramón de Campoamor –1817-1901)
martes, 20 de diciembre de 2016
Galeno 129-200 d. C. (aproximadamente)
Exhortación al aprendizaje de las artes
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viernes, 16 de octubre de 2015
Spinoza y el panteísmo ( Carlos Brandt 1875 – 1964 )
miércoles, 22 de abril de 2015
Timeo (Platón [428 a. C. – 347 a. C.] )
(...)
En el tiempo siguiente sobrevinieron un violento seísmo y un cataclismo; sucedió durante un día y una noche terribles, y toda vuestra casta guerrera se hundió bajo la tierra, y la isla Atlántida tras hundirse de igual manera bajo el mar, desapareció. Por ello ahora el mar de allí es inaccesible y desconocido, teniendo como obstáculo el lodo de muy poca altura que la isla asentada produjo".
jueves, 2 de octubre de 2014
Libro del desasosiego (Fernando Pessoa 1888–1935)
¡Poder saber pensar! ¡Poder saber sentir!
1-12-1931
| Imagen Wikipedia.org |
viernes, 9 de mayo de 2014
La Imaginación (Jean Paul Sartre 1905-1980)
Introducción
Los grandes sistemas metafísicos
martes, 25 de febrero de 2014
"La Eneida" (Virgilio 71 a. de J. C. – año 19 de la misma centuria)
A Virgilio, el poeta de las Bucólicas y de las Geórgicas, le sedujo vivamente, como no podía menos, la dramática narración de las aventuras corridas por un grupo racial, los aenidos o troyanos, personificado en un héroe, Eneas, para llevar a cabo la alta empresa de fundar un pueblo en lugar muy alejado de las tierras nativas. (...) Virgilio toca en su poema las cuerdas del amor y del odio, de la alegría y de la tristeza, de lo noble del alma humana y de lo peor que ésta encierra; todo ello con poderosa fantasía y con una esperanzadora confianza en los destinos del hombre..."
jueves, 3 de octubre de 2013
El cuento del Grial –Chrétien de Troyes– (1135-1190)
En literatura, vuelta la espalda a los géneros clásicos, nace de la liturgia cristiana el teatro, y también, al menos en parte, la poesía lírica. La narrativa se abrió primero paso a través de la épica. Más tarde, abandonando este camino, se inició lo que después sería la novela. Subsistían elementos del mundo grecolatino, sí, pero habían cambiado de lugar, de significado, y con ello de aspecto: como esas columnas de villas romanas que aparecen, de cuando en cuando, engastadas en las iglesias de la primera Edad Media.
(...)
Chrétien fue escritor cortesano, teñido del espíritu trovadoresco que reinaba en la corte de Champaña. Tradujo a Ovidio, para mejor internarse en la descripción psicológica del amor, que coexiste en sus obras con la ingenuidad bretona, y suele dotarlas de una tesis, propuesta o impuesta, generalmente, por sus protectores los condes.
La novela que tenemos delante es un caso aparte entre las de Chrétien. Es una obra inconclusa; quizá la última de las que escribió. (...)
"Perceval, li contes del Graal" vuelve la vista hacia el pasado; hacia la época brumosa del surgimiento de los reinos célticos independientes y hacia la antigüedad clásica, aunque de ésta no haya una visión directa, salvo por dos o tres alusiones dispersas. Los nombres de los lugares nos llevan a la Britania preanglosajona, a Gales, a la pequeña Bretaña. Los personajes son conocidos en la literatura céltica desde sus primeras manifestaciones: Peredur, el Perceval de Gales, ya es nombrado en el canto de Gododdin, de Aneirin, escrito hacia el 600 en la frontera de Escocia.
(...)
En las islas que se encuentran más allá del mar situaban los celtas el paraíso, si puede hablarse de paraíso entre unas gentes que desconocen el infierno. El viaje del alma hacia esos países debió tener unas etapas fijas, unas estaciones a través de las cuales se llegaba a la tierra de la juventud, de la vida, de las delicias. Levemente cristianizado, todo ello se encuentra en los ínrama, narraciones irlandesas de viajes por mar. (...)
La estructura fija del viaje al otro mundo, descoyuntada ya, desplazados sus elementos, transplantados a otros lugares dentro de la narración, conservando unos su carácter sagrado, profanizados otros, aparecen el la novela caballeresca.
(...)
No es la travesía de la tierra yerma y solitaria la única prueba que debe superar el alma en su ascenso, como un neófito en el curso de la iniciación. Pues en medio de estos desiertos, nuevos peligros le acechan. Quizá de ellos el más espantable sea el puente peligroso que las almas han de atravesar a riesgo de caer en las ondas de un río infernal. Sólo las almas puras lograrán salir airosas. Este tema es frecuente entre los árabes y los persas, y de ellos debió pasar a los monjes visionarios de la alta edad media, como Adhamhnán de Iona, que vio en su descenso al infierno un puente. (...)
Cuando no existe el puente, la corriente ha de ser atravesada en una barca, y aquí es aún más claro el cruce de ideas y de mitologías. Los celtas conocieron en la suya al barquero conductor de las almas al más allá, especie de Caronte; es más frecuente, sin embargo, la barca sin timón que conduce por sí sola al viajero, héroe como Tristan o Guigemar o santo como san Brennáin. De todos modos, allí donde encontremos, en el "Contes", un paraje adonde sólo se pueda llegar pasando un río o un brazo de mar en una barca, estaremos en presencia de un vestigio del viaje oceánico al paraíso celta.
El carácter mágico del puente puede darse a conocer únicamente por los parajes a que conduce: Belrepeire, el Castillo del Grial, el de las Reinas. Estas tierras, y otras más aún, son imágenes del más allá, y seguramente los lectores contemporáneos de Chrétien eran capaces de advertirlo con claridad. El país de Galvoie, por ejemplo, de donde "nadie jamás ha podido regresar", es un vergel, donde, como en "la joie de la cort", de la novela "Erec et Enide", también de Chrétien de Troyes, quien entre a realizar una prueba: si falla, muere. Sólo un héroe dotado de poderes casi sobrehumanos ha de conseguir el triunfo. El más allá como vergel aparece en las más tempranas obras célticas. Debió existir ya en tiempos paganos, aunque las visiones literarias cristianas del Jardín del Edén y del paraíso terrenal debieron reforzar este tipo de representaciones. Avallon, el más allá de los bretones y galeses, se llama tierra de manzanas, y el paraíso de los irlandeses es la tierra de las manzanas de Emhain. Una manzana atrajo a Conle Rúad al reino de las hadas, donde aún vive feliz con su amada; una manzana de plata arrastró a Bran MacFebail a su navegación a tierras sobrenaturales. Mael Dúin, en alta mar, se nutrió durante cuarenta días de las manzanas halladas en una de las islas que visitó.
En el Perceval, sin duda el lugar que acumula más elementos de carácter sobrenatural o ultramundo es el Castillo de las Reinas. (...)
El Castillo de las Reinas es habitado sólo por mujeres, como el paraíso de los celtas. Como su misma reina dijo a Conle Rúad: "Una tierra que alegra el corazón de cuantos la visitan: en ella sólo se encuentran mujeres y jóvenes doncellas". (...)
Y este castillo de las reinas es morada de los muertos: nadie puede volver de ella. En ella encuentra Gauvain a personas que creía perdidas para siempre: allí viven para toda la eternidad, pues el que prueba la comida del más allá no puede regresar a la tierra de los mortales.
(...)
Es en los momentos más importantes de la narración: al fin de las aventuras de Perceval, antes de la partida de los caballeros, antes de "quête" de Gauvain, donde se sitúan las tres revelaciones de la culpa de Perceval. En la primera, se le anuncia quién es el Rey Pescador, cómo ha perdido la ocasión de restaurar su reino, y, por otra parte, la muerte de la madre del caballero. La segunda añade el dato de que el reino del Rey Pescador se ha convertido, por culpa de Perceval, en "terre gaste". En la tercera, la más importante, aprende Perceval que la muerte de su madre es causa de su fracaso, que con el Grial se sirve a un rey hermano de su madre (y del propio autor de la revelación), cuyo hijo es el Rey Pescador. En el Grial se contiene una hostia, de la cual se mantiene aquel rey.
(...)
Es en estas tres revelaciones donde debemos ahondar para encontrar el significado profundo de la obra. La hostia contenida en el Grial, alimento de la inmortalidad, no es un elemento totalmente cristianizado. Está emparentado con la cerveza que se bebía en los banquetes del más allá, con las cubas sagradas de cerveza en que se bañaban los héroes y con los calderos mágicos que daban la inmortalidad, como el que dio la victoria a los dioses sobre los Fomoré, diablos marinos, en la batalla de Mag Tured o Moyturra. Más lejanamente aún emparentado con la ambrosía de los griegos y el amrta de los hindúes, pues es frecuente que, en el terreno religioso, se establezcan insospechadas conexiones entre los dominios más occidental y más oriental de los pueblos indoeuropeos. (...)
Símbolo más oscuro es la lanza sangrienta, en que la cristiandad creyó ver la lanza de San Longinos. La lanza, desde luego, fue objeto sagrado entre los celtas desde tiempos muy antiguos. La misma palabra, lanza, es de origen celta, y pasó a Roma en tiempos de las guerras de los galos.
Perceval llega al castillo del Grial cuando anda en busca de su madre; la "quête" de Perceval es una búsqueda de la inmortalidad, o tal vez de lo que se encuentra detrás de la muerte. Si su pecado le impide encontrarlo, Gauvain, por su parte, va a dar término a la inquisición de Perceval: guiado por un hada, llegará a la tierra de las doncellas, al Castillo de las Reinas, e incluso a salir de él, uniendo así los dos mundos. En este aspecto, sí queda concluida la novela.
De aquí la importancia de la noción de iniciación para comprender el "Contes del Graal". Por la iniciación adquiere el neófito la inmortalidad; más cargado de sabiduría, conociendo los misterios de la naturaleza y la creación, y a través de nuevas muertes y nacimientos, se accede a la sacralidad del sacerdote o el guerrero. Del mismo modo a la muerte le seguirá otro nuevo nacimiento que desvelará nuevas parcelas del mundo. Perceval ha pasado ya la muerte "terre gaste", puentes peligrosos, y nace de nuevo al fin de su aventura: por eso adquiere un nombre entonces. Pero después de esto, pasará cinco años errante en el bosque, olvidado de Dios, como un animal. (...)
Esto no puede ser sino otra muerte mística, muy semejante de hecho a las que sufrían los germanos y los celtas antes de pasar al estado de guerreros, dotados de una segunda naturaleza animal.
(...)
Añadiendo una dimensión colectiva a estas "quêtes" de los héroes, aparece un segundo significado de la novela, quizá más importante aún. El mundo, después de la muerte de Uterpendragón, padre de Arturo, vive una edad de hierro, según se nos advierte al comienzo de la historia; los tiempos han venido siendo desde ese día revueltos y turbios...
domingo, 7 de abril de 2013
El amor, las mujeres y la muerte (Arthur Schopenhauer 1788–1860)
Y hasta ese placer que por fin se consigue no es más que aparente; otro le sucede; y si el primero es una ilusión desvanecida, el segundo es una ilusión que aún dura. Nada en el mundo puede aquietar la voluntad ni fijarla de un modo duradero; lo más que el destino puede lograr se asemeja siempre a la limosna que se arroja a los pies del mendigo, y que, si aguanta hoy su vida, es sólo para prolongar mañana su tormento. Así, en tanto que estamos bajo el dominio de los deseos y bajo el imperio de la voluntad, en tanto que nos abandonamos a las esperanzas que nos apremian, a los que nos persiguen, no hay para nosotros descanso ni dicha duraderos. En el fondo, lo mismo da que nos empeñemos en alguna persecución o que nos apartemos ante alguna amenaza, que nos revuelva la espera o el temor: las cavilaciones que nos producen las exigencias de la voluntad bajo todas sus formas no cesan de turbar y atormentar nuestra existencia. Así el hombre, esclavo es del querer, está continuamente amarrado a la rueda de Ixión, es vertido siempre en el tonel de las danaides, es tántalo devorado por la sed eterna.
Pero cuando una circunstancia externa o nuestra armonía inferior nos eleva un momento por encima del torrente infinito del deseo, libran a nuestro espíritu de la opresión de la voluntad, apartan nuestra atención del todo lo que la solicita y se nos aparecen las cosas desligadas de todos los prestigios de la esperanza, de todo interés propio, como objetos de contemplación desinteresada y no de concupiscencia. Entonces es cuando ese reposo vanamente buscado por todos los caminos, abiertos al deseo, pero que siempre ha huido de nosotros, se presenta en cierto modo por sí mismo y nos da la sensación de la paz en toda su plenitud. Ese es el estado libre de dolores que celebra Epicuro como el mayor de los bienes, como la felicidad de los dioses; porque entonces nos contemplamos por un instante manumitidos de la abrumadora opresión de la voluntad, celebramos la fiesta después de los trabajos forzados del querer, se detiene la rueda de Ixión... ¿Qué importa entonces ver la puesta del sol desde el balcón de un palacio o a través de las rejas de una cárcel?
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Basta dar desde fuera una mirada desinteresada a todo hombre, a toda escena de la vida, y reproducirlos con la pluma o el pincel, para que al punto aparezcan llenos de interés y de encanto, y verdaderamente digno de envidia. Pero si nos hallamos luchando con esta situación o somos ese hombre, ¡oh!, entonces, como suele decirse, ni el demonio lo aguanta. Tal es el pensamiento de Goethe: "De todo lo que apena nuestra vida no gusta la pintura".
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Las cosas no atraen sino en tanto que nos afecten. La vida nunca es bella. Únicamente son bellos los cuadros de la vida cuando los alumbra y refleja el espejo de la poesía, sobre todo en la juventud, cuando no sabemos aún qué es vivir.
Coger al vuelo la inspiración y darle cuerpo en los versos: tal es la obra de la poesía lírica. Y, sin embargo, el poeta lírico refleja a la humanidad entera en sus íntimas profundidades, y todos los sentimientos que generaciones pasadas, presentes o futuras han experimentado o experimentarán en las mismas circunstancias, que se producirán siempre, encuentran en la poesía su viva y fiel expresión.
El poeta es el hombre universal. Todo lo que ha removido el corazón de un hombre, todo lo que la naturaleza humana ha podido experimentar y producir en todas circunstancias, todo lo que habita y fermenta en un ser mortal, ése es su dominio, que se extiende a toda la naturaleza. Por eso el poeta lo mismo puede cantar la voluptuosidad que el misticismo, ser Angelus Silesius o Anacreonte, escribir tragedias o comedias, representar los sentimientos nobles o vulgares, según su humor y su vocación. Nadie puede mandar al poeta que sea noble, elevado, moral, piadoso y cristiano, que sea o deje de ser esto o lo otro, porque es el espejo de la humanidad, y presenta a ésta la imagen clara y fiel de lo que siente.
Es un hecho muy notable y digno de atención que el objetivo de toda la alta poesía sea la representación del lado horrible de la naturaleza humana: el dolor sin nombre, los tormentos de los hombres, el triunfo de la perversidad, la irónica dominación del azar, la irremediable caída del justo y del inocente. Este es un signo notable de la constitución del mundo y de la existencia... ¿No observamos en la tragedia a los seres más nobles, después de largos combates y sufrimientos, renunciar para siempre a los propósitos que perseguían hasta entonces con tanta violencia, o apartarse de todos los goces de la vida voluntariamente y hasta con júbilo? Así, con el príncipe de Calderón; Margarita en Fausto; Hamlet, a quien su querido Horacio seguiría con mucho gusto, pero que le promete quedarse y respirar aún algún tiempo en un mundo tan rudo y lleno de dolores, para narrar la suerte de Hamlet y purificar su memoria; lo mismo que la desposada de Messina; todos mueren purificados por los sufrimientos; es decir, después que ha muerto ya en ellos la voluntad de vivir.
El verdadero sentido de la tragedia es esta mira profunda: que las faltas expiadas por el héroe no son faltas de él, sino las faltas hereditarias, es decir, el crimen mismo de existir,
No hay hombre ni acción que no tenga su importancia. En todos y a través de todo se desenvuelve más o menos la idea de la humanidad. No hay circunstancia en la vida humana que no sea digna de reproducción por medio de la pintura. Por eso es una injusticia para con los admirables pintores de la escuela holandesa limitarse a alabar su habilidad técnica. En lo demás, son contemplados desde la altura con desdén, porque casi siempre representan actos de la vida común, y sólo se da importancia a los asuntos históricos o religiosos.
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La música no expresa nunca el fenómeno, sino únicamente la esencia íntima, el "en sí" de todo fenómeno; en una palabra, la voluntad misma. Por eso no expresa tal alegría especial o definida, tales o cuáles tristezas, tal dolor, tal espanto, tal arrebato, tal placer, tal sosiego de espíritu, sino la misma alegría, la tristeza, el dolor, el espanto, los arrebatos, el placer, el sosiego del alma. No expresa más que la esencia abstracta y general, fuera de todo motivo y circunstancia. Y, sin embargo, sabemos comprenderla perfectamente en esta quinta esencia abstracta.
La invención de la melodía, el descubrimiento de los más hondos secretos de la voluntad y de la sensibilidad humana, es obra del genio. La acción del genio es allí más visible que en cualquier otra parte, más reflexiva, más libre de intención, consciente: es una verdadera inspiración. La idea, es decir, el conocimiento preconcebido de las cosas abstractas y positivas, es aquí absolutamente estéril, como en todas partes. El compositor revela la esencia más íntima del mundo y expresa la sabiduría más profunda en una lengua que su razón no comprende, lo mismo que una sonámbula da luminosas respuestas acerca de cosas que no tiene conocimiento alguno cuando está despierta.
Lo que hay de íntimo e inexpresable en toda música, lo que nos da la visión rápida y pasajera de un paraíso a la vez familiar e inaccesible, que comprendemos y no obstante no podríamos explicar, es que se presta a las profundas y sordas agitaciones de nuestro ser, fuera de toda realidad y, por consiguiente, sin sufrimiento. (...)
Escuchar grandes y hermosas armonías es como un baño del alma: purifica de toda mancha, de todo lo malo y mezquino, eleva al hombre y le pone de acuerdo con los más nobles pensamientos de que es capaz, y luego comprende con claridad todo lo que vale, o, más bien, todo lo que sería capaz de valer.
Cuando oigo música, mi imaginación juega a menudo con la idea de que la vida de todos los hombres y la mía propia no son más que sueños de un espíritu eterno, buenos o malos sueños, de que cada muerte es un despertar.
