martes, 25 de febrero de 2014

"La Eneida" (Virgilio 71 a. de J. C. – año 19 de la misma centuria)

Prólogo a cargo del editor
 
 
"Virgilio se inspiró en la Ilíada y la Odisea, de Homero, para componer su poema, partiendo de uno de los episodios más importantes de aquéllas: la guerra de Troya.
A Virgilio, el poeta de las Bucólicas y de las Geórgicas, le sedujo vivamente, como no podía menos, la dramática narración de las aventuras corridas por un grupo racial, los aenidos o troyanos, personificado en un héroe, Eneas, para llevar a cabo la alta empresa de fundar un pueblo en lugar muy alejado de las tierras nativas. (...) Virgilio toca en su poema las cuerdas del amor y del odio, de la alegría y de la tristeza, de lo noble del alma humana y de lo peor que ésta encierra; todo ello con poderosa fantasía y con una esperanzadora confianza en los destinos del hombre..."    

 

La profecía de Júpiter
 
Ya era terminado el día cuando Júpiter, mirando desde lo alto del firmamento las tierras y las playas y los remotos pueblos y el mar cruzado de rápidas velas, clavó sus ojos en los reinos de Libia. Hallábase Júpiter en la cumbre del Olimpo, Venus, extremadamente triste y con los ojos arrasados en lágrimas, le habló de esta manera:
"¡Oh tú que riges los destinos de los hombres y de los dioses con perpetuo imperio y los dominas con tus rayos! ¿En qué pudo ofenderte mi Eneas y los troyanos para que después de tantos trabajos como han pasado se les cierre el paso a Italia? Tú que me prometiste que de ellos, andando los años, saldrían los romanos, guías del mundo, descendientes de la sangre de Teucro, los cuales extenderían su imperio sobre el mar y la tierra. ¿Qué te ha hecho, ¡oh padre!, mudar de opinión?
Esta promesa tuya me consolaba de la caída de Troya y de su triste ruina, encontrando compensación en los hados adversos con los prósperos; pero ahora, a los mismos desventurados les persigue idéntica suerte. ¿Qué término, ¡oh dios!, darás a sus desgracias? Antenor logró salvarse pasando por entre los griegos y llegar al corazón del país de los liburnos y a la fuente de Timavo, de donde precipitándose por nueve bocas desde lo alto de la montaña cae al mar con gran estruendo, fertilizando los campos. Allí edificó la ciudad de Padua y las viviendas de los teucros, fijando en ellas las armas de Troya; ahora descansa gozando de la paz. Y nosotros, progenie tuya, a quienes concedes morar en los alcázares del cielo, perdemos nuestros barcos únicamente porque así lo quiere una sola diosa iracunda y nos vemos constantemente alejados de las costas de Italia. ¿Es éste el premio que nos reservas? ¿Es así como repondremos nuestro señorío?"
 
El padre de los hombres y de los dioses, mostrando en su rostro aquella apacible sonrisa que serena los cielos y las tempestades, besó a su hija y dijo:
"No tengas miedo, ¡oh Citerea! Los hados de los tuyos te protegen. Verás la ciudad y las murallas prometidas por Lavinio y verás elevarse hasta las estrellas al magnánimo Eneas. Mas para aliviar tu pena voy a descubrirte, tomándolos desde el pasado, los arcanos del porvenir. Eneas sostendrá en Italia grandes guerras y dominará pueblos feroces y les dará leyes y murallas; tres veranos pasarán y tres inviernos antes de que reine en el Lacio y logre sojuzgar a los rútulos. El niño Ascanio, que ahora lleva el sobrenombre de Iulio (Ilo se llamaba, mientras existió, el reino de Ilión), llenará con su imperio treinta años largos, un mes tras otro, y trasladará la capital de su reino de Lavinio a Alba Longa, que guarnecerá con grandes puertos militares; allí reinará por espacio de trescientos años el linaje de Héctor, hasta que la reina sacerdotisa Ilia, fecundada por el dios Marte, diere a luz en un parto dos hijos, Rómulo y Remo. Después, Rómulo, engalanado con la roja piel de la loba, dominará aquel pueblo y levantará las murallas de la ciudad de Marte, dando su nombre a los romanos.
No habrá límites ni plazo para las conquistas de este pueblo. La misma Juno, que hoy revuelve con tanta ira el mar, la tierra y la atmósfera, se vendrá a razones y favorecerá a los romanos, señores del mundo. Así lo quiero. Andando el tiempo, habrá una edad en que la casa de Asáraco subyugará a Ftías y a la ilustre Micenas y dominará a la vencida Argos. De este noble linaje troyano nacerá Julio César, nombre derivado del gran Iulo, y extenderá su imperio hasta el océano, y su nombre y fama, hasta las estrellas. Seguramente tú le recibirás algún día en el Olimpo cargado con los despojos de Oriente; entonces, suspensas las guerras, se amansarán los ásperos tiempos y la cándida Fe y Vesta y Quirino, su hermano Remo, dictarán las leyes. Quedarán cerradas las puertas del templo de la guerra y dentro el furor impío; sentado sobre crueles armas y atadas las manos detrás de la espalda bramará con sangrienta boca."
Dicho esto envió a Mercurio para que las puertas de Cartago se abriesen para asilar a lo teucros, no fuese que, ignorante Dido de lo dispuesto por los hados, los rechazase. Tiende el mensaje su vuelo por el inmenso éter, batiendo las alas, y al llegar a las playas de Libia cumple el mandato; los penos deponen su actitud de habitual fiereza y la reina se apresta a recibir a los teucros con suma benevolencia.