miércoles, 18 de enero de 2012

La conciencia cuántica (Danah Zohar)

El ser

"La declaración más revolucionaria, y la más importante para nuestros objetivos, que ha hecho la física cuántica sobre la naturaleza de la materia, y quizá sobre el propio ser, es la consecuencia de su descripción de la dualidad onda/partícula; se trata de la afirmación de que todos los seres, a un nivel subatómico, pueden describirse de igual manera como partículas sólidas, como si se trataran de numerosas y diminutas bolas de billar, o como ondas, como ondulaciones en la superficie del mar. Más lejos aún, la física cuántica llega a decirnos que ninguna de las dos descripciones es realmente adecuada por sí misma, y que ambos aspectos del ser, considerados como ondas o partículas, deben tenerse en cuenta cuando tratamos de comprender la naturaleza de las cosas, y que lo básico es precisamente esa misma dualidad. El "material" cuántico es esencialmente ambas, la consideración como ondas o como partículas, simultáneamente.
Esta naturaleza estilo Jano del ser cuántico se resume en uno de los más fundamentales principios de la teoría cuántica, el Principio de la Complementariedad, que afirma que las dos maneras de describir al ser, como onda o como partícula, se complementan la una a la otra, y que el cuadro completo sólo surge del "reparto de paquetes". Lo mismo que los hemisferios izquierdo y derecho del cerebro, cada descripción suministra una clase de información de que carece la otra. El que en un momento dado el ser elemental se presenta como una o como otra depende de las condiciones del conjunto, que son cruciales y entre las que se encuentra el que haya o no alguien observando o, si es así, qué es lo que se está observando. (...) Tal dualidad, así como el concepto de alguna manera etéreo de materia que aquélla representa, no podía ir más allá de la noción más corriente defendida por la física clásica o newtoniana.
En la física de Newton, lo mismo que en la percepción común nuestra de las cosas de mayor tamaño, se daba por sentado que el ser, a su nivel más básico e inanalizable estaba formado por pequeñas partículas discretas –los átomos– que chocaban, se atraían o se repelían unos a otros. Eran elementos sólidos y separados unos de otros, ocupando cada uno de ellos su propio lugar definido en el espacio y en el tiempo. Por el contrario, los movimientos de las ondas –tales como las ondas lumínicas– se creía que consistían en vibraciones que tenían lugar sobre una sustancia "gelatinosa" (el éter) y que no eran elementos fundamentales en sí mismos. De esta manera, ambas, las ondas y las partículas, desempeñaban un papel en la física newtoniana, pero se creía que las partículas eran más básicas y que era de ellas de lo que estaba constituida la materia.
Sin embargo, para la física cuántica, las dos (ondas y partículas) son igualmente fundamentales. Cada una de ellas es una manera en que la materia puede manifestarse a sí misma, y ambas en conjunto consisten en lo que la materia es. Y mientras que ningún "estado" es completo en sí mismo, y que ambos son necesarios para proporcionarnos un cuadro completo de la realidad, resulta que nunca podemos concentrar nuestro objetivo en ambas a un tiempo. Tal es el meollo del Principio de Incertidumbre de Heisenberg, el cual, lo mismo que el Principio de Complementariedad, es uno de los más fundamentales principios del ser en la teoría cuántica.
Según el Principio de Incertidumbre, las descripciones del ser en ondas y en partículas se excluyen la una a la otra. Mientras ambas son necesarias para conseguir una comprensión completa de lo que es el ser, sólo una de ellas está disponible en un momento dado. De la misma manera, podemos medir la posición exacta de algo como, por ejemplo, un electrón cuando se manifiesta a sí mismo como partícula, o podemos medir su impulso (su velocidad) cuando se expresa en forma de onda, pero no podemos de ninguna manera conseguir una medida de ambos, exactamente al mismo tiempo. (...) La mayoría de los electrones y de otras entidades subatómicas no son ni partículas enteramente ni enteramente ondas, sino más bien una confusa mezcla de las dos, conocida bajo el nombre de "paquete de ondas", y aquí es cuando ha llegado el momento de que haga su aparición por entero la dualidad onda/partícula y el misterio cuántico. Mientras que podemos medir las propiedades de las ondas, o las propiedades de las partículas, las exactas propiedades de la dualidad evitarán siempre cualquier tipo de medida que hubiéramos tenido la esperanza de hacer. A lo más que podemos aspirar con cualquier paquete de ondas dado es a hacer una difusa lectura de su posición y una no menos difusa lectura de su impulso.
Esta vaguedad esencial es la incertidumbre a que hace referencia el Principio de Incertidumbre, que sustituye al viejo determinismo newtoniano, para el que cualquier cosa que se refiera a la realidad física está prefijado, determinado y es mensurable, como un vasto "potaje" del ser en el que cada cosa permanece indeterminada, es de alguna manera fantasmagórica y se encuentra exactamente más allá de nuestro conocimiento.
De la misma manera en que, a menudo, sentimos que no podemos entender a otra persona por completo, que en realidad nunca podemos fijarlo en su esencia, es ciertamente verdad que nunca podemos conocer enteramente una partícula elemental. Es como si estuviéramos condenados para siempre a ver sólo sombras entre la niebla. La naturaleza entera de este indeterminismo cuántico se dirige en derechura al meollo del problema central filosófico suscitado por la mecánica cuántica: la naturaleza de la propia realidad.
Algunos teóricos de la física cuántica, fundamentalmente Niels Bohr y el propio Heisenberg, sostuvieron que la propia realidad fundamental es esencialmente indeterminada, que no existe "alguna cosa" clara, prefijada, por debajo de nuestra existencia cotidiana que pueda llegar a ser concedida alguna vez. Cualquier cosa que se refiera a la realidad es y continúa siendo un asunto de probabilidades. Un electrón pudiera ser una partícula, pudiera ser una onda, pudiera estar en esta órbita, pudiera estar en aquella otra; más aún, pudiera suceder cualquier cosa. Sólo podemos predecir tales cosas basándonos en que son las más probables dados los constreñimientos totales de cualquier situación experimental dada.
Según esta visión, donde las bases esenciales de la realidad según la conocemos consiste exactamente en tan numerosas posibilidades, topamos con el problema central incontestado de la teoría cuántica: ¿cómo puede cualquier cosa de este mundo llegar alguna vez a convertirse en algo real, o prefijado? Se trata exactamente de lo opuesto al dilema suscitado por el universo cuántico de Newton, en el que no existe oportunidad alguna para lo nuevo. Leyendo a Newton, debemos hacernos la siguiente pregunta: ¿cómo puede alguna cosa suceder alguna vez? En la interpretación de la mecánica cuántica realizada por Bohr-Heisenberg, el gran problema se convierte en éste: ¿cómo puede alguna cosa existir alguna vez?
(...)
Por ahora, la indeterminación cuántica es, cuando menos, una poderosa manera metafórica de percibir la realidad. Al nivel de lo cotidiano, podemos ver el Principio de Incertidumbre y el Principio de Complementariedad –la dualidad onda/partícula– ofreciéndonos una elección entre diferentes maneras de observar el mismo sistema. Por ejemplo, podemos pensar que las ondas son ondulaciones masivas de la superficie del mar, o podemos considerar que se trata de "partículas" (moléculas) de agua individuales alteradas. Podemos considerar que una nación es una entidad viva con sus propias características, sus rasgos distintivos y su historia, o podemos dividirla en ciudades individuales, edificios y gentes.
Si llevamos la metáfora aún más lejos, podemos pensar en los ladrillos que constituyen los edificios o en las células que conforman el cuerpo humano, o incluso en la estructura molecular o atómica de cada uno de ellos. Diferentes clases de objetos pueden observarse con una mayor claridad desde diferentes perspectivas, y ¿quién es el que puede decidir cuál de ellas es la más fundamental? ¿Qué o cuál existe más "auténticamente"?
La teoría del campo cuántico nos lleva incluso más allá de la muerte de Newton y del universo silencioso, proporcionándonos un cuadro vivo de fluido dinámico que descansa en el corazón de un ser determinado. Aquí, incluso aquellas partículas que se manifiestan a sí mismas como seres individuales, lo hacen únicamente brevemente.
A suficiente frecuencia, las partículas energéticas pueden nacer a partir de un fondo de energía pura (ondas), existir durante un brevísimo momento, y disolverse a continuación de nuevo en otras partículas o regresar al fondo energético del que habían surgido, a la manera en que uno observa las trayectorias de corta vida en una sencilla cámara de vapor de agua de Wilson, que aparentemente no se originan en ninguna parte, atraviesan un corto espacio en medio de la niebla y, finalmente, vuelven a desaparecer de nuevo. Se conservan algunos de los elementos momentáneos, propiedades de las partículas individuales (la masa, la carga, la órbita), pero en el número y la clase de partículas no son constantes. Lo mismo que el aumento  o la disminución de la población de una nación, o la construcción y el declive de sus ciudades o edificios determinados, esa permanencia está reservada a conservar el equilibrio global de todo el sistema.
Esta pincelada gráfica de la emergencia y el retorno, o del comienzo y el cese, de las partículas subatómicas determinadas a nivel cuántico de la realidad posee profundas implicaciones por lo que se refiere a la manera en que nosotros mismos consideramos la naturaleza y la función de personalidades determinadas, o a la supervivencia del ego individual."