miércoles, 18 de enero de 2012

La conciencia cuántica (Danah Zohar)

El ser

"La declaración más revolucionaria, y la más importante para nuestros objetivos, que ha hecho la física cuántica sobre la naturaleza de la materia, y quizá sobre el propio ser, es la consecuencia de su descripción de la dualidad onda/partícula; se trata de la afirmación de que todos los seres, a un nivel subatómico, pueden describirse de igual manera como partículas sólidas, como si se trataran de numerosas y diminutas bolas de billar, o como ondas, como ondulaciones en la superficie del mar. Más lejos aún, la física cuántica llega a decirnos que ninguna de las dos descripciones es realmente adecuada por sí misma, y que ambos aspectos del ser, considerados como ondas o partículas, deben tenerse en cuenta cuando tratamos de comprender la naturaleza de las cosas, y que lo básico es precisamente esa misma dualidad. El "material" cuántico es esencialmente ambas, la consideración como ondas o como partículas, simultáneamente.
Esta naturaleza estilo Jano del ser cuántico se resume en uno de los más fundamentales principios de la teoría cuántica, el Principio de la Complementariedad, que afirma que las dos maneras de describir al ser, como onda o como partícula, se complementan la una a la otra, y que el cuadro completo sólo surge del "reparto de paquetes". Lo mismo que los hemisferios izquierdo y derecho del cerebro, cada descripción suministra una clase de información de que carece la otra. El que en un momento dado el ser elemental se presenta como una o como otra depende de las condiciones del conjunto, que son cruciales y entre las que se encuentra el que haya o no alguien observando o, si es así, qué es lo que se está observando. (...) Tal dualidad, así como el concepto de alguna manera etéreo de materia que aquélla representa, no podía ir más allá de la noción más corriente defendida por la física clásica o newtoniana.
En la física de Newton, lo mismo que en la percepción común nuestra de las cosas de mayor tamaño, se daba por sentado que el ser, a su nivel más básico e inanalizable estaba formado por pequeñas partículas discretas –los átomos– que chocaban, se atraían o se repelían unos a otros. Eran elementos sólidos y separados unos de otros, ocupando cada uno de ellos su propio lugar definido en el espacio y en el tiempo. Por el contrario, los movimientos de las ondas –tales como las ondas lumínicas– se creía que consistían en vibraciones que tenían lugar sobre una sustancia "gelatinosa" (el éter) y que no eran elementos fundamentales en sí mismos. De esta manera, ambas, las ondas y las partículas, desempeñaban un papel en la física newtoniana, pero se creía que las partículas eran más básicas y que era de ellas de lo que estaba constituida la materia.
Sin embargo, para la física cuántica, las dos (ondas y partículas) son igualmente fundamentales. Cada una de ellas es una manera en que la materia puede manifestarse a sí misma, y ambas en conjunto consisten en lo que la materia es. Y mientras que ningún "estado" es completo en sí mismo, y que ambos son necesarios para proporcionarnos un cuadro completo de la realidad, resulta que nunca podemos concentrar nuestro objetivo en ambas a un tiempo. Tal es el meollo del Principio de Incertidumbre de Heisenberg, el cual, lo mismo que el Principio de Complementariedad, es uno de los más fundamentales principios del ser en la teoría cuántica.
Según el Principio de Incertidumbre, las descripciones del ser en ondas y en partículas se excluyen la una a la otra. Mientras ambas son necesarias para conseguir una comprensión completa de lo que es el ser, sólo una de ellas está disponible en un momento dado. De la misma manera, podemos medir la posición exacta de algo como, por ejemplo, un electrón cuando se manifiesta a sí mismo como partícula, o podemos medir su impulso (su velocidad) cuando se expresa en forma de onda, pero no podemos de ninguna manera conseguir una medida de ambos, exactamente al mismo tiempo. (...) La mayoría de los electrones y de otras entidades subatómicas no son ni partículas enteramente ni enteramente ondas, sino más bien una confusa mezcla de las dos, conocida bajo el nombre de "paquete de ondas", y aquí es cuando ha llegado el momento de que haga su aparición por entero la dualidad onda/partícula y el misterio cuántico. Mientras que podemos medir las propiedades de las ondas, o las propiedades de las partículas, las exactas propiedades de la dualidad evitarán siempre cualquier tipo de medida que hubiéramos tenido la esperanza de hacer. A lo más que podemos aspirar con cualquier paquete de ondas dado es a hacer una difusa lectura de su posición y una no menos difusa lectura de su impulso.
Esta vaguedad esencial es la incertidumbre a que hace referencia el Principio de Incertidumbre, que sustituye al viejo determinismo newtoniano, para el que cualquier cosa que se refiera a la realidad física está prefijado, determinado y es mensurable, como un vasto "potaje" del ser en el que cada cosa permanece indeterminada, es de alguna manera fantasmagórica y se encuentra exactamente más allá de nuestro conocimiento.
De la misma manera en que, a menudo, sentimos que no podemos entender a otra persona por completo, que en realidad nunca podemos fijarlo en su esencia, es ciertamente verdad que nunca podemos conocer enteramente una partícula elemental. Es como si estuviéramos condenados para siempre a ver sólo sombras entre la niebla. La naturaleza entera de este indeterminismo cuántico se dirige en derechura al meollo del problema central filosófico suscitado por la mecánica cuántica: la naturaleza de la propia realidad.
Algunos teóricos de la física cuántica, fundamentalmente Niels Bohr y el propio Heisenberg, sostuvieron que la propia realidad fundamental es esencialmente indeterminada, que no existe "alguna cosa" clara, prefijada, por debajo de nuestra existencia cotidiana que pueda llegar a ser concedida alguna vez. Cualquier cosa que se refiera a la realidad es y continúa siendo un asunto de probabilidades. Un electrón pudiera ser una partícula, pudiera ser una onda, pudiera estar en esta órbita, pudiera estar en aquella otra; más aún, pudiera suceder cualquier cosa. Sólo podemos predecir tales cosas basándonos en que son las más probables dados los constreñimientos totales de cualquier situación experimental dada.
Según esta visión, donde las bases esenciales de la realidad según la conocemos consiste exactamente en tan numerosas posibilidades, topamos con el problema central incontestado de la teoría cuántica: ¿cómo puede cualquier cosa de este mundo llegar alguna vez a convertirse en algo real, o prefijado? Se trata exactamente de lo opuesto al dilema suscitado por el universo cuántico de Newton, en el que no existe oportunidad alguna para lo nuevo. Leyendo a Newton, debemos hacernos la siguiente pregunta: ¿cómo puede alguna cosa suceder alguna vez? En la interpretación de la mecánica cuántica realizada por Bohr-Heisenberg, el gran problema se convierte en éste: ¿cómo puede alguna cosa existir alguna vez?
(...)
Por ahora, la indeterminación cuántica es, cuando menos, una poderosa manera metafórica de percibir la realidad. Al nivel de lo cotidiano, podemos ver el Principio de Incertidumbre y el Principio de Complementariedad –la dualidad onda/partícula– ofreciéndonos una elección entre diferentes maneras de observar el mismo sistema. Por ejemplo, podemos pensar que las ondas son ondulaciones masivas de la superficie del mar, o podemos considerar que se trata de "partículas" (moléculas) de agua individuales alteradas. Podemos considerar que una nación es una entidad viva con sus propias características, sus rasgos distintivos y su historia, o podemos dividirla en ciudades individuales, edificios y gentes.
Si llevamos la metáfora aún más lejos, podemos pensar en los ladrillos que constituyen los edificios o en las células que conforman el cuerpo humano, o incluso en la estructura molecular o atómica de cada uno de ellos. Diferentes clases de objetos pueden observarse con una mayor claridad desde diferentes perspectivas, y ¿quién es el que puede decidir cuál de ellas es la más fundamental? ¿Qué o cuál existe más "auténticamente"?
La teoría del campo cuántico nos lleva incluso más allá de la muerte de Newton y del universo silencioso, proporcionándonos un cuadro vivo de fluido dinámico que descansa en el corazón de un ser determinado. Aquí, incluso aquellas partículas que se manifiestan a sí mismas como seres individuales, lo hacen únicamente brevemente.
A suficiente frecuencia, las partículas energéticas pueden nacer a partir de un fondo de energía pura (ondas), existir durante un brevísimo momento, y disolverse a continuación de nuevo en otras partículas o regresar al fondo energético del que habían surgido, a la manera en que uno observa las trayectorias de corta vida en una sencilla cámara de vapor de agua de Wilson, que aparentemente no se originan en ninguna parte, atraviesan un corto espacio en medio de la niebla y, finalmente, vuelven a desaparecer de nuevo. Se conservan algunos de los elementos momentáneos, propiedades de las partículas individuales (la masa, la carga, la órbita), pero en el número y la clase de partículas no son constantes. Lo mismo que el aumento  o la disminución de la población de una nación, o la construcción y el declive de sus ciudades o edificios determinados, esa permanencia está reservada a conservar el equilibrio global de todo el sistema.
Esta pincelada gráfica de la emergencia y el retorno, o del comienzo y el cese, de las partículas subatómicas determinadas a nivel cuántico de la realidad posee profundas implicaciones por lo que se refiere a la manera en que nosotros mismos consideramos la naturaleza y la función de personalidades determinadas, o a la supervivencia del ego individual."






martes, 6 de diciembre de 2011

Filosofía Vedanta y liberación humana ( Dr. Juan Carlos Giménez)

"La filosofía Vedanta no renuncia al mundo. Es cierto que la renuncia a él llega en esta filosofía a las cumbres más sublimes; pero entendámonos bien, se trata de una renuncia muy especial y muy específica, se trata de renunciar al mundo tal como lo concebimos, tal cual lo conocemos, tal cual se nos aparece; a este mundo creado por la mente, a este mundo de excesos trágicos, depredación y homicidios, a este mundo inmisericorde de engaño, traición, envidia e ira, es al que hay que renunciar. Este mundo en el que vivimos es un mundo de fabricación casera, es moneda de nuestro propio peculio, producto de nuestra propia imaginación.
(...)
Advaita quiere decir: no-dualidad, esto es, que no hay dos sino Uno: sin embargo, postula al mismo tiempo, que lo Absoluto se manifiesta como múltiple a través del velo del tiempo, el espacio y la causalidad. Pareciera entonces que hubiera dos entidades: por un lado lo Absoluto y por el otro Maya, o sea, el conjunto temporo-espacial-causal. Advaita afirma, sin embargo, que no hay tal dualidad: ella es sólo apariencia. (...) Para que existieran dos entidades, debiera admitírselas independientes e incausadas; pero tiempo, espacio y causalidad, no son ni una cosa ni la otra. Ninguna de estas intangibles categorías es enteramente independiente. El tiempo, por ejemplo, varía según nuestros estados mentales. Si estamos impacientes, el tiempo se niega a pasar; si estamos satisfechos, vuela. Nuestros estados mentales son los que determinan el flujo cronológico. (...) Tampoco espacio y causalidad pueden existir independientemente. En realidad, son –con el tiempo– categorías mentales que posibilitan el conocimiento de otras entidades; pero no tienen existencia por sí ni ante sí. No son objetos "en sí". ¿ Cómo concebir el espacio abstracto? –Imposible–. es como una entidad anónima, oscura, inasible, intangible, que se pulveriza en nuestra imaginación. Sin relacionar el espacio con límites o dimensiones, no es posible concebirlo. Ocurre lo mismo con el tiempo, debemos tomar dos acontecimientos: uno que antecede y otro que sucede. El tiempo abstracto tampoco es concebible. La causalidad depende, desde luego, del tiempo y del espacio y, por lo tanto, tiene la misma naturaleza que éstos y como éstos, es inconcebible desde una óptica abstracta. Así, pues, estas tres categorías mentales (tiempo, espacio y causalidad), son como sombras efímeras que flotan alrededor de las cosas, para que nuestros sentidos puedan captarlas; pero se desvanecen en la nada apenas queramos asirlas. A través de ellas se manifiesta el Universo, mas, por sí mismas, no tienen existencia real. Según Advaita, ellas son las que constituyen Maya.
(...)
Existen en Advaita, cuatro conceptos fundamentales; el primero relacionado con la naturaleza (Maya); los tres restantes, con el espíritu (Brahman, Saguna Brahman y Jiva).
1.–Maya.– Dice Shankaracharya que el mundo exterior es irreal, mas no caótico. Sus vestiduras empíricas nos lo muestran como un cosmos, sujeto a un orden temporal, espacial y causal. Es verdad que está en continuo cambio, no obstante lo cual, supone un elemento permanente. Existe una unidad en la diversidad (Uni-Verso). Podemos concebir al cosmos a través de dos etapas: la primera, en que la diversidad está latente y la segunda, en la que se exterioriza o manifiesta. (...) Maya es el origen de todo lo orgánico y lo inorgánico, que se proyecta en el mundo relativo como una realidad. Ella no existe ni deja de existir, sino que es el principio de la ilusión cósmica y sus productos son apariencia respecto de Brahman.
(...)
¿Qué significa que el mundo no exista? ¿Qué significa que todo cuanto nos rodea no es más que la apariencia ilusoria de Maya? Significa que nada tiene existencia absoluta y que tan sólo existe con relación a nuestros sentidos y nuestra mente. Sólo es real aquello que es infinito, eterno e inmutable. ¿Qué realidad podemos asignarle a un trozo de arcilla, cuando tarde o temprano será desintegrado por el tiempo? ¿Qué realidad puede tener este entorno de cosas que nos rodea, cuando hoy es y mañana no será? Ni la arcilla ni el entorno tienen real existencia, en la medida en que están en el espacio, en el tiempo y sometidos a un orden causal. Es claro que tampoco se les puede considerar inexistentes en cuanto tienen cierta utilidad práctica y cierta entidad en nuestra vida. No serán lo Absoluto, pues nada puede concebirse fuera de él; pero, a nuestro nivel individual, "algo", sin duda, son.
–¿Y qué son?– Pues son "esto", lo que son; el mundo tal cual se presenta a nuestros sentidos y a nuestra mente; el mundo de los nombres y las formas; el mundo del tiempo, del espacio y de la causalidad. Desde el punto de vista paradojal, podemos decir que Maya "es" y "no es" al mismo tiempo. "No es", en cuanto no es lo Absoluto; "es", en cuanto tiene cierto género de realidad, "existe" de alguna manera.
(...)
¿Acaso nuestra vida entera no es una contradicción, un tremendo absurdo, una mezcla excluyente de existencia e inexistencia? En el conocimiento se da claramente esta contradicción. El hombre cree llegar a saberlo todo y por eso se entrega de lleno a la ciencia y a la técnica. Los nuevos dioses del mundo son el cientificismo y la tecnología. Sin embargo, cuando el hombre choca con las grandes incógnitas de la existencia, un muro infranqueable le cierra el paso y cae atrapado en un círculo del cual no puede salir. Su mente es la cárcel misma y aunque lo desea con toda su alma, no puede salir de ella. Los grandes laboratorios y los brillantes productos de la técnica, ya no le sirven. Pero he aquí la contradicción: para trascender la mente tiene que abandonar precisamente sus deseos. Cada latido de su corazón le reclama ser egoísta y sin embargo, nada logrará mientras no deje de serlo. Deseo y egoísmo; he aquí el bagaje con que el hombre parte en busca de su salvación. Mediante él, pretende trascender la mente y conocer la Realidad Última;  pero precisamente es él quien le impide tal propósito. Así es la vida, una contradicción, una paradoja, un continuo avanzar y un continuo retroceder."

martes, 18 de octubre de 2011

Elogio de la locura (Erasmo de Rotterdam 1466–1536)

"Mejor fuera pasar por alto a los teólogos, y no agitar esa charca, ni tocar esa hierba pestilente. Gente tan puntillosa e irritable pudiera caer sobre mí en tromba con seiscientas conclusiones, obligándome a cantar la palidonia, y caso de negarme, me llamaría a voces hereje. Pues con este sambenito suelen aterrorizar a aquellos que no les son propicios. Ciertamente, no hay nadie que reconozca con menos agrado mis favores, aunque también ellos me estén obligados por diversos títulos nada despreciables. Sobre todo y principalmente porque su amor propio les hace vivir felices como en un tercer cielo, permitiéndoles mirar desde arriba al resto de los mortales como ovejas que se arrastran por el suelo, despreciándolos y compadeciéndose de ellos. Están tan pertrechados de definiciones escolásticas, conclusiones, corolarios, proposiciones explícitas e implícitas, conocen también todos los subterfugios, que ni las mismas redes de Vulcano serían capaces de atraparlos. A fuerza de distingos lograrían burlarlas, cortando los nudos mejor que el hacha de dos filos de Ténedos. ¡Así de provistos están de neologismos y de términos misteriosos!
Además no se paran en barras hasta querer explicar los misterios más arcanos: cómo, por qué y para qué fue creado el mundo; por qué canales se filtró a la posteridad el pecado original; por qué medios, en qué medida y durante cuánto tiempo se formó el cuerpo de Cristo en el vientre de la Virgen; y finalmente cómo pueden subsistir los accidentes sin la sustancia de la Eucaristía. Pero esto es pan comido. Hay otros temas sólo dignos de grandes teólogos, que ellos llaman "iluminados", y que cuando surgen, les ponen alborotados. Tales son: ¿Hay un instante en la generación divina? ¿Hay varias filiaciones en Cristo? ¿Es posible la proposición: Dios Padre odia al Hijo? ¿Podría Dios haber tomado la forma de mujer, de diablo, de calabaza de guijarro? En ese caso, ¿de qué manera la calabaza podría haber predicado, hacer milagros y ser crucificada? Si Pedro hubiese consagrado mientras el cuerpo de Cristo estaba en la cruz, ¿qué habría consagrado? Durante ese mismo tiempo: ¿Se podría llamar hombre a Cristo? ¿Y después de la resurrección podríamos comer o beber? ¡Tan preocupados están ya de su hambre y sed futuras!
Quedan todavía innumerables sutilezas, mucho más refinadas, sobre nociones, relaciones, formalidades, quiddidades, ecceidades, que sólo los ojos de Linceo, cuya mirada percibía entre oscura tiniebla cosas que nunca existieron, podría distinguir. Añádanse a éstas sus "máximas", tan paradójicas, que las sentencias morales de los estoicos, conocidas vulgarmente como paradojas, nos parecen burdos juegos de palabras. Valga como ejemplo la siguiente: "Es un delito menor matar mil hombres que remendar una sola vez el zapato de un pobre en domingo." Y esta otra: "Es preferible dejar que se hunda el mundo con todo lo que hay en él –según la expresión vulgar– que decir una leve mentirijilla."
En estas refinadísimas sutilezas, entran en juego los diversos escolásticos. Te resultará más fácil salir del laberinto que del embrollo mental de realistas, nominalistas, tomistas, albertistas, escotistas. Y no he nombrado más que los principales. En todas ellas reina tal erudición y tal complejidad de dificultades que me imagino que los mismos apóstoles necesitarían otra vez del soplo del Espíritu Santo, si tuvieran que discutir hoy sobre estos temas con la nueva generación de teólogos.
(...)
Los apóstoles conocieron a la madre de Jesús, pero ¿se les ocurrió a alguno de ellos demostrar, tan filosóficamente como nuestros teólogos, cómo se vio libre de la mancha de Adán? Pedro recibió las llaves de manos de Aquel que no las hubiera entregado a quien no mereciera su confianza. Ahora bien, dudo que entendiera y menos llegara a captar alguna vez la sutileza que supone disponer de la llave de la ciencia sin poseer la ciencia. Los apóstoles bautizaban por doquier, y no se les ocurrió explicar la causa formal, material, la eficiente y final del bautismo. Tampoco dejaron ninguna mención sobre su carácter deleble e indeleble. Adoraban, es cierto, pero en espíritu y en verdad, según el dicho evangélico: "Dios es, espíritu. Y los que lo adoran han de dar culto con espíritu y verdad."
Pero no aparece en ningún sitio que les fuese revelado que se deba adorar con igual veneración a una imagencilla mediocre pintada a carbón en la pared que al mismo Cristo, con tal de que tenga dos dedos abiertos, larga cabellera, y una aureola con tres rayos que salen del cogote. ¿Quién que no haya machacado no menos de treinta y seis años estudiando la física y la metafísica de Aristóteles y de Escoto podría reparar en tales detalles?
De modo semejante los apóstoles insisten en la gracia, pero nunca distinguen entre gracia actual y gracia santificante. Exhortan a las buenas obras sin distinguir entre opus operantis y opus operatum. En todo momento están inculcando la caridad, pero no separan la infusa de la adquirida, ni tampoco explican si es accidente o sustancia, creada o increada. Detestan el pecado, pero, por mi vida, que nunca podrían definir eso que llamamos pecado, si no nos mentalizasen los escotistas.
(...)
Como personas modestas que son, nuestros teólogos no condenan, sino que tratan de interpretar benévolamente algo que los apóstoles pudieron escribir sin elegancia, poco académico. Y lo hacen, supongo, por la deferencia debida tanto a la antigüedad como al nombre de los apóstoles. Sería injusto pedirles orientaciones sobre temas de los que su mismo maestro no les había hablado ni una palabra. Pero si aparecen semejantes expresiones en el Crisóstomo, Basilio o Jerónimo, apostillan al margen: "Inaceptable".
(...)
Quizás alguien piense que estoy hablando como en broma. No me extraña, pues entre los mismos teólogos hay personas más doctas que no aguantan lo que ellos llaman frívolas argucias de teólogos. Otros juzgan como una forma de sacrilegio condenable y la peor clase de impiedad hablar de cosas tan santas –más dignas de reverencia que de explicación– con una lengua tan procaz. Tampoco consienten que se las discuta con argumentos profanos propios de gentiles, se las defina con tanta arrogancia y se manche la divina majestad de la teología con términos y principios tan triviales e incluso indignos.
Ellos, sin embargo, siguen satisfechos de sí mismos, aplaudiéndose mutuamente. Ocupados, día y noche, con esas embelesadoras memeces, no les queda ni un momento de ocio para dedicarlo a leer siquiera una vez el Evangelio o las cartas de san Pablo. Y mientras malgastan el tiempo en estas solemnes tonterías de escuela, piensan que sostienen con sus argumentaciones a la Iglesia –que de otro modo se derrumbaría–, lo mismo que según los poetas Atlas sostiene el Universo sobre sus hombros.
(...)
Sus cabezas están tan atiborradas e hinchadas con estas y otras mil necedades semejantes, que pienso que ni el mismo cerebro de Júpiter estaba tan grávido cuando pidió el hacha de Vulcano para poder parir a Palas Atenea. No os extrañéis, por tanto, que en las discusiones públicas aparezca su testa cuidadosamente cubierta con el birrete, porque de no hacerlo así les estallaría..."

martes, 13 de septiembre de 2011

El profeta (Khalil Gibran)

El Amor

Dijo Almitra: Háblanos del Amor.
Y él levantó la cabeza, miró a la gente y una quietud descendió sobre todos. Entonces, dijo con gran voz:
Cuando el amor os llame, seguidlo.
Y cuando su camino sea duro y difícil.
Y cuando sus alas os envuelvan, entregaos. Aunque la espada entre ellas escondida os hiera.
Y cuando os hable, creed en él. Aunque su voz destroce nuestros sueños, tal como el viento norte devasta los jardines.
Porque, así como el amor os corona, así os crucifica.
Así como os acrece, así os poda.
Así como asciende a lo más alto y acaricia vuestras más tiernas ramas, que se estremecen bajo el sol, así descenderá hasta vuestras raíces y las sacudirá en un abrazo con la tierra.
Como el trigo en gavillas él os une a vosotros mismos.
Os desgarra para desnudaros.
Os cierne, para libraros de vuestras coberturas.
Os pulveriza hasta volveros blancos.
Os amasa, hasta que estéis flexibles y dóciles.
Y os asigna luego a su fuego sagrado, para que podáis convertiros en sagrado pan para la fiesta sagrada de Dios.
Todo esto hará el amor en vosotros para que podáis conocer los secretos de vuestro corazón y convertiros, por ese conocimiento, en un fragmento del corazón de la Vida.
Pero si, en vuestro miedo, buscareis solamente la paz y el placer del amor, entonces, es mejor que cubráis vuestra desnudez y os alejéis de sus umbrales.
Hacia un mundo sin primaveras donde reiréis, pero no con toda vuestra risa, y lloraréis, pero no con todas vuestras lágrimas.
El amor no da nada más a sí mismo y no toma nada más que de sí mismo.
El amor no posee si es poseído.
Porque el amor es suficiente para el amor.
Cuando améis no debéis decir: "Dios está en mi corazón", sino más bien: "Yo estoy en el corazón de Dios."
Y pensad que no podéis dirigir el curso del amor porque él si os encuentra dignos, dirigirá vuestro curso.
El amor no tiene otro deseo que el de realizarse.
Pero, si amáis y debe la necesidad tener deseos, que vuestros deseos sean éstos:
Fundirse y ser como un arroyo que canta su melodía a la noche.
Saber el dolor de la demasiada ternura.
Ser herido por nuestro propio conocimiento del amor. Y sangrar voluntaria y alegremente.
Despertarse al amanecer con un alado corazón y dar gracias por otro día de amor.
Descansar al mediodía y meditar el éxtasis de amar. Volver al hogar con gratitud en el atardecer.
Y dormir con una plegaria por el amado en el corazón y una canción de alabanza en los labios.

La Belleza

Y un poeta dijo: Háblanos de la Belleza.
Y él respondió:
¿Dónde buscaréis la belleza y cómo haréis para encontrarla a menos que ella misma sea vuestro camino y vuestro guía? ¿Y cómo hablaréis de ella, a menos que ella misma teja vuestro hablar?
El agraviado y el injuriado dicen: "La belleza es gentil y buena.
Camina entre nosotros como una madre joven, casi avergonzada de su propia gloria."
Y el apasionado dice: "No, la belleza es cosa de poder y temor, como una tempestad sacude la tierra bajo vuestros pies y el cielo sobre nosotros."
El cansado y rendido dice: "La belleza es hecha de blandos murmullos. Habló en nuestro espíritu.
Su voz se rinde a nuestros silencios como una débil luz que se estremece de miedo a las sombras."
Pero el inquieto dice: "La hemos oído dar voces entre las montañas.
Y, con sus voces, se oyó rodar de cascos y batir de alas y rugir de leones."
Durante la noche, los serenos de la ciudad dicen: "La belleza vendrá del este, con el alba."
Y, al mediodía, los trabajadores y los viajeros dicen: "La hemos visto inclinarse sobre la tierra desde las ventanas del atardecer."
En el invierno, dice el que se halla entre la nieve: "Vendrá con la primavera, saltando sobre las colinas."
Y, en el calor del verano, los cosechadores dicen: "La vimos danzando con las hojas de otoño y tenía un torbellino de nieve en su pelo."
Todas estas cosas habéis dicho de la belleza.
Pero, en verdad, hablasteis, no de ella, sin de vuestras necesidades insatisfechas.
Y la belleza no es una necesidad, sino un éxtasis.
No es una sedienta boca, ni una vacía mano extendida.
Sino, más bien, un corazón ardiente y un alma encantada:
No es la imagen que veis ni la canción que oís.
Sino, más bien, una imagen que veis cerrando los ojos y una canción que oís tapándoos los oídos.
No es la sabia que corre debajo de la rugosa corteza, ni el ala prendida a una garra.
Sino, más bien, un jardín enternamente en flor y una bandada de ángeles en vuelo eternamente.
Pueblo de Orfalese, la belleza es la vida, cuando la vida descubre su sagrado rostro.
Pero vosotros sois la vida y vosotros sois el velo.
La belleza es la eternidad que se contempla a sí misma en un espejo.
Pero vosotros sois la eternidad y vosotros sois el espejo.

La Religión

Y un viejo sacerdote dijo: Háblanos de la Religión.
Y él respondió:
¿Acaso he hablado hoy de otra cosa?
¿No son todos los actos y todas las reflexiones, religión? ¿Y aun aquello que no es acto ni pensamiento, sino un milagro y una sorpresa brotando siempre en el alma, aun cuando las manos pican la piedra o atienden el telar?
¿Quién puede separar su fe de sus acciones o sus creencias de sus ocupaciones?
¿Quién puede desplegar sus horas ante sí mismo diciendo: "Esto para Dios y esto para mí; esto para mi alma y esto para mi cuerpo?"
Todas nuestras horas son alas que baten a través del espacio de persona a persona.
El que usa su moralidad como su más bella vestidura mejor estaría desnudo.
El sol y el viento no desgarrarían su piel.
Y aquel que defiende su conducta por medio de normas, apresará su pájaro cantor en una jaula.
El canto más libre no sale detrás de alambres ni barrotes.
Y aquél para quien la adoración es una ventana que puede abrirse pero también cerrarse, no ha visitado aún la mansión de su espíritu cuyas ventanas se extienden desde el alba hasta el alba.
Vuestra vida de todos los días es vuestro templo y vuestra religión.
Cada vez que en él entréis llevad con vosotros todo lo que tenéis.
Llevad el arado y la fragua, el martillo y el laúd.
Las cosas que habéis hecho por gusto o por necesidad. Porque en recuerdos, no podéis elevaros por encima de vuestras obras ni caer más bajo que vuestros fracasos.
Y llevad con vosotros a todos los hombres.
Porque, en la adoración, no podéis volar más alto que sus esperanzas ni humillaros más bajo que su desesperación.