miércoles, 18 de octubre de 2017

Mortal Eterno (Antonio Víctor –1921-2013–)


Ensayo preliminar

II

"Todo existe necesariamente en la economía de la creación. El ser, además de ser, tiene tendencia a seguir siendo. Y esta tendencia constituye una necesidad óntica para su propia subsistencia. Las necesidades del ser crean sus propias tendencias. El hombre es un ser complejo cuyas tendencias múltiples han de dejarse a su libre desenvolvimiento hasta alcanzar la plenitud humana. En este aspecto, la libertad del hombre es relativa; ya que, por la propia naturaleza del espíritu, el hombre busca siempre el bien; aun en el mismo mal. La libertad está condicionada por el anhelo, tendencia objetiva hacia el bien absoluto. La libertad para el mal, de hecho no existe. Es una cuestión de espejismo en la localización de los valores. Cierto es que la vida se hace por el mismo hombre. Pero la vida es la actividad integral del ser en sus propias tendencias existenciales. El hombre, pues, no es libre, sino en cuanto tiene conciencia de su propio mundo anhelante. Mas no solamente el ser tiene necesidades; sino que está diferenciado por sus propias tendencias. Tanto que se podría hacer una tipología de seres por la determinación de sus propias tendencias. El ser no es un ser abstracto, como el dado en la lógica parmenídica; pero,  el ser permanece ser, a pesar de su actividad o dinamismo como eje de la vida. No existe vida sin un ser donde la vida se dé; por tanto, tampoco es la vida una categoría ontológica independiente del ser. El ser no es la vida; pero es ser viviente; es decir, tiene sus propias virtudes existenciales. El que el ser se desarrolle en el tiempo, en un sentido o en otro, por el movimiento o la vida, no quiere decir tampoco que se encuentre en potencia. Es difícil de explicar lógicamente el paso del ser posible al ser real. Sin embargo, esa virtualidad del ser fecundo indica, propiamente, las tendencias específicas del ser que determinan su propia vida. Los conceptos de acto y de potencia son demasiado abstractos como fruto de una concepción intelectualista de la existencia como la aristotélica. Mejor sería considerar la naturaleza de las cosas, estudiando en ellas sus reacciones, sus virtudes, sus tendencias, que revelan, mejor que toda síntesis esencial, la estructura óntica del ser.
La objetivación de las tendencias, en el tiempo, define la existencia. La vida constituye un constante tender hacia algo, un anhelo perpetuo. (...) Todas estas tendencias tienen una necesidad única que constituye la tendencia óntica fundamental: la conservación existencial del ser. Como síntesis, resulta una ley universal de orden metafísico, que podría constituir el principio ontológico fundamental de una filosofía de las tendencias del ser: todo ser tiende hacia otro ser, y modo de ser, para subsistir como ser; hacia el ser natural para subsistir como naturaleza; hacia el ser espiritual, para subsistir como espíritu o especie eterna (Dios). A ella se somente todo en la naturaleza y el espíritu; desde las tendencias eróticas del ser libre al instinto en los seres irracionales, la agrupación de los individuos en la sociedad o las leyes de integración atómica del mundo físico. Y, es más, que la vida misma es una tendencia perpetua hacia otro modo de ser futuro. La propia naturaleza biológica de la vida, lo exige de esta forma. La vida se caracteriza por ser un sistema de reparación de la energía vital. Por lo mismo, es necesaria esta actividad reparadora en que el ser, sin dejar de ser el mismo, adquiere nuevo modo de ser. Pero lo extraño en la vida es que el producto de su oxidación no se pierde: se almacena en la conciencia en el sentido espiritual y, en el cuerpo, en lo somático. Esa porción energética que la vida exige, constituye el incremento vital, necesario para vivir en el vasto sistema de incorporación energética. La muerte es precisamente la pérdida de esa función vital. Los cuerpos físicos, que no poseen actividad vital, se encuentran en un proceso de desintegración cósmica. Esto es lo que diferencia a los seres vivos de los inertes. Como se ve, en la creación, rigen leyes rigurosamente existenciales. Y esto sucede en biología como en psicología, que no es sino una biología anímica. En los seres dotados de voluntad y conciencia, en los que se acusa el ansia de vivir, el anhelo asegura y preserva al ser de su libre destrucción en la angustia temporal..."