jueves, 13 de abril de 2017

El tren expreso (Del poeta asturiano Ramón de Campoamor –1817-1901)

CANTO PRIMERO
 
 
La noche
 
I
 
Habiéndome robado el albedrío
un amor tan infausto como el mío,
ya recobrados la quietud y el seso,
volvía de París en tren expreso.
Y cuando estaba ajeno de cuidado,
como un pobre viajero fatigado
para pasar bien cómodo la noche,
muellemente acostado,
al arrancar el tren subió a mi coche,
seguida de una anciana,
una joven hermosa,
alta, rubia, delgada y muy graciosa,
digna de ser morena y sevillana.
 
 
II
 
Luego, a una voz de mando,
por algún héroe de las artes dada,
empezó el tren a trepidar, andando
con un trajín de fiera encadenada.
Al dejar la estación lanzó un gemido
la máquina, que libre se veía,
y corriendo al principio solapada,
cual la sierpe que sale de su nido,
ya, al claro resplandor de las estrellas,
por los campos, rugiendo, parecía
un león con melena de centellas.
 
III
 
Cuando miraba atento
aquel tren que corría como el viento,
con sonrisa impregnada de amargura
me preguntó la joven con dulzura:
"¿Sois español?" Y a su armonioso acento,
tan armonioso y puro que aún ahora
el recordarlo sólo me embelesa,
"Soy español –le dije–. ¿Y vos, señora?"
"Yo –dijo– soy francesa."
"Podéis –la repliqué con arrogancia–
la hermosura alabar de vuestro suelo:
pues, creo, como hay Dios, que es vuestra Francia
un país tan hermoso como el cielo."
"Verdad que es el país de mis amores,
el país del ingenio y de la guerra;
pero, en cambio –me dijo–, es vuestra tierra
la patria del honor y de las flores.
No os podéis figurar cuánto me extraña
que, al ver sus resplandores,
el sol de vuestra España
no tenga, como el de Asia, adoradores."
Y después de halagarnos, obsequiosos,
del patrio amor el puro sentimiento,
entrambos nos quedamos silenciosos,
como heridos de un mismo pensamiento...