miércoles, 22 de abril de 2015

Timeo (Platón [428 a. C. – 347 a. C.] )

"En Egipto hay una provincia llamada Saítica", dijo Critias, "situada en el Delta, en cuyo vértice la corriente del Nilo se divide. La ciudad más grande de esta provincia se llama Sais –en donde también fue rey Amasis (Amasis II, faraón de la XXVI dinastía)– y entre los habitantes de la ciudad se venera a una diosa que es considerada patrona; en la lengua egipcia se llama Neiz, mientras que en la griega, según palabras de aquéllos, se llama Atenea. Dicen que son muy amigos de los atenienses y que, de alguna manera, también son parientes suyos. Solón dijo que fue muy bien agasajado por aquéllos y que llegó a ser muy ilustre entre ellos, y que cuando preguntó en una ocasión sobre hechos antiguos a los sacerdotes más sabios, pudo descubrir que ni él mismo, ni ningún griego, por así decirlo, era entendido en tal clase de asuntos. En una ocasión quiso inducirlos a conversar sobre hechos antiguos, y empezó a hablar de los más antiguos de esta manera: sobre Foreneo, que se dice fue el primer ser, y sobre Níobe; contó el mito de Deucalión y Pirra y cómo vivieron después del diluvio, estableció su genealogía, y probó a contar los años recordando con precisión los que vivió cada uno de los que nombraba. Entonces, uno de los sacerdotes más ancianos le dijo con destreza: "¡Ay, Solón, Solón!, los griegos siempre sois niños, no hay un griego viejo". Tras escucharlo Solón le dijo: "¿Por qué dices eso?". El anciano le contestó así: "Todos sois jóvenes de espíritu pues no tenéis en él un antiguo parecer transmitido a través de una antigua tradición ni un conocimiento envejecido por el tiempo. La causa de esto es que ha habido y habrá numerosas destrucciones de hombres por muchos motivos, la más grande por fuego y agua, otras más pequeñas por innumerables causas. Entre vosotros se dice, en efecto, que en una ocasión Faetón, el hijo de Helios, tras enganchar el carro de su padre y por no ser capaz de guiarlo por el camino que hacía su padre, quemó por completo todo lo que había sobre la tierra y que él mismo pereció siendo aniquilado por un rayo. Se dice que esto tiene forma de mito, pero lo cierto es que es un cambio de los objetos que marchan alrededor de la tierra en el cielo y una destrucción a largo plazo de lo que está situado sobre la tierra con mucho fuego. Entonces, cuantos viven en los montes y en lugares altos y secos, perecen más que los que viven junto a los ríos y el mar. El Nilo, salvador nuestro en otras cosas, nos salva también entonces liberándonos de esa desgracia. Pero cuando los dioses purifican la tierra  inundándola con agua, se salvan los que viven en los montes y los que se encargan de apacentar el ganado. En esta tierra ni entonces ni en otro tiempo anterior, el agua fluye desde arriba sobre la tierra; lo que ocurre es justamente lo contrario, todo brota desde abajo hasta arriba. Por ello se dice que lo que se ha salvado aquí es lo más antiguo. (...) La genealogía de los vuestros, Solón, que acabas de establecer apenas se diferencia de las leyendas de los niños. En primer lugar porque recordáis un solo diluvio de los muchos que se han producido antes; además de esto, no sabéis que la estirpe mejor y más noble de los hombres se ha engendrado en vuestro país, de los cuales procedéis tú, vuestra ciudad y todo lo vuestro actualmente porque sobrevivió una pequeña semilla. Y se os olvidó porque durante muchas generaciones habéis sobrevivido sin conocer las letras..."
 
Solón dijo que se había quedado admirado y que tenía muchos deseos de que se tratara a continuación por parte de los sacerdotes de rigor todo lo relacionado con los antiguos habitantes de la ciudad. Así, pues, el sacerdote le dijo:
"Nada impide, Solón, que te lo cuente, por ti y por vuestra ciudad, y especialmente por la diosa que tomó vuestra ciudad, la alimentó y la educó, primero a la vuestra hace mil años, tras tomar la semilla de Gea y Hefesto, a ésta después.
(...)
Numerosos y grandiosos han sido los hechos de vuestra ciudad, aquí escritos, que causan admiración; pero de todos ellos hay uno que sobresale por completo en importancia y mérito. Efectivamente nuestros escritos cuentan cómo vuestra ciudad aniquiló en una ocasión una fuerza que marchaba con soberbia sobre toda Europa y Asia juntas, tras partir desde fuera, desde el mar Atlántico. Entonces aquel mar se podía atravesar, pues tenía una isla delante de la desembocadura que vosotros llamáis, según decís, columnas de Heracles. La isla era mayor que Libia y Asia juntas, y desde ella era posible para los que viajaban en ese tiempo acceder a las otras islas. Desde ellas se podía pasar a todo el continente que está justo enfrente y rodeaba aquel verdadero océano. Esa parte, que quedaba dentro de la desembocadura de la que hablamos, parece que tenía un puerto estrecho que servía como entrada. Aquello era realmente un mar, y la tierra que lo rodeaba podría llamarse con total precisión continente. En esta isla Atlántida se formó una grandiosa y admirable potencia integrada por reyes que dominaban toda la isla, otras más y algunas zonas del continente. Además de esto, gobernaban sobre los que vivían en el interior de Libia (en la antigüedad Libia abarcaba toda la parte de África que estaba situada al oeste de Egipto) hasta Egipto, y de Europa  hasta Tirrenia (parte central de Italia así llamada por los griegos). Toda esta potencia, tras concentrarse en una sola, intentó en una ocasión esclavizar vuestra tierra, la nuestra y la que está situada dentro de la desembocadura en un solo ataque. Fue entonces, Solón, cuando la fuerza de vuestra ciudad llegó a ser manifiesta a todos los hombres en virtud y en poder. Pues aventajó a todos en coraje y en el arte de la guerra; en algunos momentos estuvo al frente de los griegos, en otros,  ella misma se quedó sola por necesidad cuando los otros se apartaron. Estuvo expuesta a los peligros más extremos, erigió un trofeo tras vencer a los atacantes. Impidió que fuesen hechos esclavos los que aún no lo eran, y a todos los otros, los que vivimos en el interior de las columnas de Heracles, los liberó generosamente.
En el tiempo siguiente sobrevinieron un violento seísmo y un cataclismo; sucedió durante un día y una noche terribles, y toda vuestra casta guerrera se hundió bajo la tierra, y la isla Atlántida tras hundirse de igual manera bajo el mar, desapareció. Por ello ahora el mar de allí es inaccesible y desconocido, teniendo como obstáculo el lodo de muy poca altura que la isla asentada produjo".