jueves, 25 de agosto de 2011

Exhortación al aprendizaje de las artes (Galeno 130–200 d. C.)

A los seguidores de la Fortuna

"A los que siguen a la Fortuna se les puede llamar inactivos e imperitos en todas las artes, transportados siempre sobre el carro de las esperanzas y en pos de la diosa que corre, unos cerca, otros más lejos, y algunos agarrados de su mano. (...) Si pasas revista a los que desde lejos persiguen a la diosa en su carrera pero no la alcanzan, odiarás sin tregua a este coro, pues allí hay muchos demagogos, cortesanas, prostitutas baratas y delatores de amigos; hay asesinos, profanadores de tumbas y bandidos, muchos de los cuales ni siquiera han tenido miramientos con los propios dioses, sino que han saqueado sus templos.
(...)

Los seguidores de Hermes

Sin embargo, el otro coro está constituido por personas comedidas, operarios de las artes; no corren ni vocean ni se pelean unos con otros, sino que el dios está en medio de ellos y ellos lo rodean ordenados en perfecta formación, cada uno sin abandonar el puesto que aquél les dio. Unos están lo más cerca posible del dios, colocados en círculo alrededor de él, son los geómetras, los matemáticos, filósofos, médicos, astrónomos y gramáticos. Inmediatamente después de éstos hay otro coro, el de los pintores, escultores, maestros, carpinteros, constructores y tallistas. Y tras ellos en una tercera fila, todas las restantes artes dispuestas una por una del siguiente modo: dirigen sus ojos hacia el dios, obedeciendo la orden común que parte de él. En compañía de este dios se puede ver allí a muchos otros, que constituyen una cuarta fila que sobresale entre las demás y que no es del mismo estilo que la de aquellos que acompañaban a la Fortuna, pues este dios no suele escoger a los mejores en dignidad social, ni en distinciones de linaje, ni en riqueza, sino a los que viven de modo virtuoso y sobresalen cada uno en su arte correspondiente, y estima a los que obedecen sus órdenes y a los que desempeñan sus oficios de una manera legal; los considera por encima de los demás, conservándolos siempre en torno a él.
Al ver la categoría de este coro, no sólo lo envidiarás, sino que incluso te inclinarás ante él. En él está Sócrates, Homero, Hipócrates, Platón y todos sus seguidores, a quienes veneramos como si fueran iguales a los dioses, ellos son enviados y servidores de ese dios.
De entre los demás nadie ha sido jamás desatendido por él, ya que no sólo se ha ocupado de los que quedan, sino que también es compañero de viaje de los que navegan y no abandonan a los náufragos.


Las riquezas

Muchos de los desgraciados que para todo ponen su mirada en las riquezas, por abrazarse aferradamente al oro y la plata y ceñirse con ellos el cuerpo, cuando se hallan en una situación de naufragio, pierden para su propio perjuicio, además de aquello otro, la vida, sin ser capaces de tener conciencia de que son ellos, por vez primera entre los animales irracionales, los que se abrazan con fuerza a lo que sólo se adorna gracias a las artes. Aprecian a los caballos de guerra y los perros de caza por encima de todo y se preocupan de instruir esclavos en los oficios, gastando con frecuencia mucho dinero en ellos; pero se despreocupan de sí mismos. Y, ¿no es lamentable considerar a veces que un esclavo merece mil dracmas y su propio dueño ni siquiera una?, ¡qué digo una!, alguno ni siquiera lo tomaría a su servicio gratis; ¿acaso ellos solos no se han hecho a sí mismos indignos entre todos por no haber logrado aprender arte alguna?, sobre todo porque hablan de animales irracionales en sus lecciones prácticas sobre los oficios, y porque consideran que un esclavo perezoso y sin oficio no vale para nada. Se preocupan porque sus tierras y restantes posesiones prosperen en la medida de los posible mientras se despreocupan sólo de sí mismos y, puesto que ni siquiera saben si tienen alma, es evidente que se hacen equiparables a los esclavos más necios. Así que, alguien que se pusiera cerca de un hombre así podría decirle con razón: "buen hombre, tu casa, todos tus esclavos, los caballos y los perros, tus terrenos y todo cuanto posees está en buena situación, pero tú no recibes buen trato.
Bien hicieron Demóstenes y Diógenes, el uno por llamar a los ricos incultos "cuadrúpedos cargados de dinero", el otro por compararlos con las higueras que crecen junto a los barrancos, pues de sus frutos no se alimentan los hombres, sino los cuervos o los grajos; y las riquezas de aquellos no son de ningún beneficio para los hombres de bien, al contrario, son derrochadas por sus aduladores, que, cuando sucede que a los primeros se les acaba todo el dinero, todos ellos pasan de largo fingiendo no conocerlos. Y no es que el que compara a los ricos con las higueras sea un zafio precisamente.
Realmente los que antes van a las fuentes  a sacar agua, cuando éstas ya no la tienen, se quitan la ropa y orinan. Es lógico que quienes no se distinguen más que por su dinero al verse privados de él también lo son de las demás cosas que por él consiguen. ¿Qué otra cosa les puede suceder a ellos, que no poseen ningún bien en sí mismos y siempre dependen de lo ajeno y de la suerte?"