martes, 7 de diciembre de 2010

Fedro, o de la Belleza ( Platón )

"...Decíamos que la belleza brillaba entre aquellas realidades y que, una vez llegados acá, la captamos mediante el más claro de nuestros sentidos, por brillar ella también con especial claridad (...)
Ahora bien, el que no está recién iniciado, o se ha corrompido ya, no se traslada con rapidez de este mundo allá, a la belleza misma, cuando contempla lo que aquí lleva su nombre, de modo que no siente veneración al dirigir hacia ello sus miradas, sino que, entregado al placer, intenta enseguida cubrir y fecundar, como un animal de cuatro patas, y, familiarizado con la intemperancia, no siente miedo ni vergüenza de perseguir un placer contrario a la naturaleza. En cambio, el recién iniciado, el que ha contemplado mucho aquellas realidades, cuando ve un rostro divino, que imita bien la belleza verdadera, o un cuerpo igualmente hermoso, primero siente un estremecimiento y le invaden parte de sus terrores de entonces; después, dirigiendo sus miradas hacia él, lo venera como a una divinidad, y, si no temiera pasar por un loco exaltado, ofrecería sacrificios, como a una imagen santa o a una divinidad, a su amado (...)
El que perteneció, pues, al cortejo de Zeus, si es cogido, puede llevar con más dignidad la carga del dios que recibe su nombre de las alas. Por el contrario, los que fueron servidores de Ares y le acompañaron en su circunvalación, cuando han caído en las redes del Amor y creen haber padecido alguna injusticia por parte del amado, se tornan homicidas y están prontos a sacrificarse a sí mismos al mismo tiempo que al objeto de su amor. Y así los hombres se conducen según el dios a cuyo coro perteneció cada uno: mientras no se hayan corrompido y vivan la primera generación en esta tierra, se acomodarán al carácter de aquel dios en su trato y relaciones con los amados y con los demás..."